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62 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Pablo, la función de representar, a nivel del símbolo, de la parábo­ la, el comportamiento de cada pecador humano. Aprovechado por Pablo como recurso literario, con finalidad pastoral, catequética. Sería duro para un creyente aceptar la idea de que hay un o en quien Dios habría puesto la perdición de todos. Aunque sí que hay u n o en quien Dios ha puesto la salvación del género humano. El parale­ lismo antitético Adán-Cristo ha sido malentendido, y malbaratado su rico contenido por los cultivadores de la teoría del PO. Profundiza­ mos esta sugerencia en el apartado siguiente. E) S o lid a rio s en C risto , ¿ so lida rio s en A d án ? El hecho misterioso de la solidaridad de todos los hombres en Cristo es una verdad nuclear de nuestra fe católica: aparece en la decisión del Padre de dar participación de su vida divina en Cristo, Ef 1, 3-23; en la acción de Cristo por todos los hombres. La doctrina del Cuerpo Místico contiene y conlleva la idea de la solidaridad en Cristo notablemente ampliada. De la primordial importancia de esta doctrina nos puede dar idea el laudable intento de hacer de ella cen­ tro de una interesante sistematización teológica, como propone la conocida obra de E. Mersch, Le Corps Mystique. Pablo quiere hacer aceptable y, como diríamos hoy, inculturar su nuevo, difícil mensaje acerca de la sobreabundancia de la gracia de Cristo que muere por todos y para todos, u n o por todos y en quien todos encuentran la justificación; todos en u n o . Por eso recurre a la comparación con Adán y del teologúmeno que en su tiempo corría sobre su influencia en la ruina del género humano. Ya que se dice y acepta que por UNo/Adán se perdieron todos, mucho más se debe­ rá aceptar que Dios, en UNo/Cristo haya puesto la salvación de todos. Durante siglos, para salvaguardar el vigor y el éxito argumenta­ tivo del texto paulino, se creyó indispensable dotar a la mencionada solidaridad en Adán de las calidades de historicidad, realismo y den­ sidad óntica que le son reconocidas a Cristo. Tal traspaso de funcio­ nes —en sentido contrario, antitético— desde Cristo a Adán, no pudo realizarse sino bajo la protección de una falsa lectura (el celebérrimo ‘in quo’ de la Vulgata y sus seguidores), una defectuosa exégesis y, sobre todo, a impulsos de un acrítico deseo de inculturar el mensaje en las categorías de la ontología platónica y en la imaginativa metafí-

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