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58 ALEJANDRO DE VILLALMONTE imposibilidad soteriológica. Pero el NT no entra en otras preguntas que la reflexión teológica puede hacerse. Por ejemplo, ¿sólo el pecado crea la incapacidad soteriológica?, ¿es el pecado la raíz pri­ mera, originaria de dicha incapacidad?, ¿cómo hay que entender la Salvación respecto de la cual el hombre está del todo incapacita­ do? Cuando lleguemos a la teología del PO, será inevitable hablar de esto con cierta detención, ya que el ser o no ser del PO se resuelve en el terreno de la reflexión teológica, no en el campo de la Sagrada Escritura. Ya conocemos el hecho de que la solidaridad de todos los hombres en el pecado y la mentalidad tribal, primitiva en la que el AT expresa este tipo de solidaridad. Pero ya el propio AT su­ pera ese tribalismo y, por medio de Ezequiel, se abre a la idea de la responsabilidad, exclusivamente personal en el asunto del pecado 31. Aunque recurre al simbolismo y al teologúmeno de Adán, sin embargo, Pablo transforma radicalmente la idea de la solidaridad humana, supera la creencia antigua de la solidaridad de todos para el mal en Uno-Adán, y nos deja con el único principio de unidad/soli­ daridad humana: Cristo Jesús. En el lenguaje de la teología cristiana no hay más solidaridad que la creada por Dios en Cristo, para todos los seres humanos de todos los tiempos. Fuera de esta solidaridad, independientemente de ella, hay solidaridad biológica, psicológica, cultural, sociológica y múltiples co-responsabilidades morales, pero la solidaridad teológica profunda, óntica entre los hombres se da sólo en Cristo y en nadie más. En seguida hablaremos de la función de Adán en todo este asunto del pecado. Y también de la solidaridad de Cris- 31 Ver la exégesis de este paso de Ezequiel, 18 en J. A lonso D íaz , Ezequiel contra el pecado original, en StO 13 (1985) 1299-147. En rigor, Ezequiel no habla ni a favor ni en contra del PO que desconocía. Pero sí rechaza con firmeza una de las ‘creencias’ incorrectas que, posteriormente, fueron utilizadas para proponer y expli­ car la teoría del PO: la creencia popular de que existe un pecado colectivo, corpo­ rativo y de que, por ello, puede decirse que Dios castiga, justamente, el pecado de los padres en los hijos. Incluso por generaciones sin fin. Interpreta san Agustín que la protesta de Ezequiel contra el viejo refrán, se cumple sólo en el NT. Sorprendente afirmación, cuando él mismo insiste hasta la saciedad en que también los hijos de los cristianos sufren en sí mismos el castigo impuesto al padre Adán., C.Jul.Op. imperf. III, espec. 18-66; PL 45 1254-1275.

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