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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 53 4. EL NUEVO TESTAMENTO ¿CONOCE LA DOCTRINA ECLESIÁSTICA DEL PECADO ORIGINAL? En un anterior estudio sobre el tema llegábamos a la siguiente conclusión: ‘El NT d e sc on o c e del todo la doctrin a teológica (trad icion a l) s o b r e el ‘p e c a d o o r ig in a l. La p r o c lam a c ió n ín tegra d e l M ensa­ j e so b re Cristo Salvador, la con fesión y vivencia p e r fe c ta d e este Mensaje p a r a n a d a nos exige la acep ta c ión — siqu iera sea colate­ ral, su bsid iaria, con com itan te o consigu ien te — d e la en s eñ an z a s o b r e el p e c a d o original. Más b ien d e b e r á p en sa rse en la oscuri­ d a d que, sob re el Misterio d e Cristo en su conjunto, p roy ecta sem e­ ja n te c r e e n c ia ’. Si la teología cristiana actual quiere seguir manteniendo el teo- logúm eno del PO, pensamos que no tendrá éxito en la medida en que quiera buscar en el NT una au to rid ad segura, razonable (razo­ nada) a favor del mismo30. Nuestra seguridad en esta conclusión no ha hecho más que intensificarse con el tiempo. Varios autores, desde hace años, vie­ nen diciendo que la llamada enseñanza común sobre el PO no es doctrina bíblica, según testimonios citados. No es probable ni justi­ ficable un regreso hacia la postura de Agustín, de los escolásticos o neoescolásticos en este punto. Dado que cualquier enseñanza que sobre el PO quiera ofrecer­ se no puede calificarse como doctrina bíblica en el sentido técnico de la palabra, la conexión con el NT — indispensable para un teólo­ go— hay que establecerla en la línea de la conclusión teológica (de un teo logúm en o) que el sentir y el pensar de los creyentes haya deducido, extraído de la virtualidad de ciertas verdades explícita e indudablemente contenidas en el NT. Así, pues, estamos emplaza­ dos ante esta tarea: señalar, con la mayor precisión posible, aquellas seguras verdades neotestamentarias de cuya virtualidad se iba dedu- 30 El tema de la presencia o no del PO en el NT lo he tratado con bastante detención y documentación en escritos anteriores. A ellos puedo remitirme ahora, A. d e V illa lm o n t e , El p eca d o original, Veinticinco años, 82-94; 271-292; 437-440; 447-490. Se recogen las discusiones en torno al tema. La opinión personal en El Nuevo Testamento , ¿conoce el pecado original?, en EF 81 (1989) 263-353.

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