PS_NyG_1999v046n001p0007_0353

52 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Pero la radicalidad aquí aludida expresa, sobre todo, la imposi­ bilidad absoluta de superar, por sus esfuerzos humanos, la situación de pecado en la que ha incurrido. Más adelante, en el capítulo X, volveremos sobre esta impotencia soteriológica del pecador y la raíz última de la misma. La solidaridad de todos los miembros en el pecado del patriarca de la tribu. Es otra de las características salientes de la predicación veterotestamentaria sobre la condición pecadora de las diversas tribus humanas: la tribu hebrea y las otras con las que los hebreos entraron en contacto. Tema éste muy presente en toda la Escritura y muy soco­ rrido por los defensores seculares del PO: todos han pecado en y con Adán. Por eso nacen ya-pecadores: por ser de la tribu de Adán, patriar­ ca de la humanidad: ex semine Adán: de la semilla de Adán. Los clá­ sicos defensores de la doctrina del PO, durante siglos, han cifrado «el misterio del PO>> en el «misterio de la solidaridad de todos los hombres en Adán». Solidaridad adánica que encontraban expresada con clari­ dad en Rm 5, 12-21, en el célebre 4n quo omnes peccaverunt»: en quien/ Adán todos pecaron. Interpretado al modo agustiniano. Deja­ mos, pues, el comentario sobre esta ‘adánica solidaridad’ para cuando encontremos el tema en el NT. Concluimos esta rápida referencia al AT recordando: a) la prio­ ridad que tiene la llamada de Dios al hombre (pueblo/humanidad) a su amistad/alianza/salvación; b) llamada que se realiza sobre una humanidad en situación perenne de pecado; c) situación pecadora de la que el hombre es incapaz de liberarse; d) la idea de la solida­ ridad en tal situación, a parte de los elementos culturales, epocales que la crean y sustentan, refuerza la idea teológica de la radicalidad e insuperabilidad de tal pecadora situación. Aceptado, en actitud creyente, este mensaje que el AT nos trasmite sobre la situación teo­ logal de la humanidad histórica, preguntamos como teólogos: el AT, ¿nos ha dicho algo cierto sobre la realidad el PO del que habla la tradición cristiana posterior? Evidentemente no. Incluso los neoesco- lásticos de las últimas décadas habían llegado ya a esta conclusión. Pero, al menos, ¿no tenemos ya una iniciación a una verdad que va ser desvelada con claridad en el NT? Bajo el impulso y exigencia de estas preguntas hagamos una enésima lectura, pero esta vez más crítica, de los textos del NT.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz