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10 ALEJANDRO DE VILLALMONTE ble ignorarlas. Por otra parte, sería excesivo pedir que una creencia, vieja de quince siglos, pueda ser superada en pocos años de forma generalizada, indiscutida y fácil. La arduidad de la empresa es nota­ ble, tanto cuantitativamente, atendida la multitud de temas agrupa­ dos en torno a la figura del PO, como cu alita tiv am en te, por las solemnes certidumbres que venían cobijando, durante siglos, a esta enseñanza. Mirando a la cantidad, encontramos el hecho de que la creencia en el PO no se ciñe a un enunciado o proposición simple. La enseñanza clásica está integrada por una auténtica constelación d e a firm a c ion e s antecedentes, concomitantes y consiguientes que enmarcan y contextualizan esta afirmación mantenida como subs­ tantiva: todo ser hum ano, a l en trar en la existencia, antes d e cu al­ qu ier decisión personal, consciente y libre, se encuentra y a en situa­ ción teo logal d e p e c a d o , esp ecíficam en te d en om in a d o p e c a d o «original». Antecedente indispensable para comprender esta situación teo­ logal lo formaban el grupo de afirmaciones de la llamada «teología de Adán», en la que éste era presentado como padre del género humano, constituido por Dios en santidad y justicia paradisíacas; reo, luego, de un enorme pecado, originan te de aquella situación pecadora en que todo hombre habría de nacer, DS 1511 . Concom itantes de la afirmación central, matizando e intensifi­ cando su contenido, encontramos estas expresiones: todo hombre nace en muerte espiritual, muerte del alma, bajo la ira de Dios, ale­ jado de su gracia y amistad, esclavo de Satanás, reo de eterna con­ denación, DS 1511 - 1513 - Las consecuen cias d el PO han sido tema inagotable de la refle­ xión de los teólogos, de las prédicas de los pastores, de las conversa­ ciones de la gente cristiana, durante siglos. Tendremos oportunidad de constatar y someter a examen la omnipresencia del PO en la dogmáti­ ca, la moral, la vida cotidiana de los cristianos de Occidente. Incluso la cultura secular surgida en esta zona del planeta, es incomprensible sin la referencia, amigable u hostil, a la creencia en el PO. En este contexto es comprensible y aceptable la observación de H. Haag: «Si no, o bien el pecado original «originado», aquel en que todos nacemos heredado de nuestros primeros padres. Por el contexto se deduce con facilidad de cuál de estos aspectos se trata en cada momento, sin necesidad de reiteradas matizaciones.

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