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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 43 garon a tener las ideas claras sobre la fuerza interior del Espíritu Santo que ayuda y eleva desde el interior y transforma al hombre desde lo profundo. Nunca hablaban de la gracia deificante, eleva dora de la ‘buena’ naturaleza. En este contexto, los pelagianos no podrán hablar de un estado de gracia sobrenatural al estilo católico. Pero con especial energía se oponen a la idea de pecado original-congénito-natural en el niño. Por tanto, la situación del recién nacido sería un estado «sui generis», intermedio: lejos del pecado , pero también de la gracia en sentido católico, que ignoraban o positivamente rechazaban24. 4. LA OPINIÓN COMÚN DURANTE QUINCE SIGLOS Aunque, según las épocas, partía de variados presupuestos cul turales, religiosos y teológicos, la teología occidental, bajo el magis terio de san Agustín, sostenía unánime que todo hombre, al entrar en la existencia, se encuentra en situación teologal de verdadero, formal y propio pecado: muerte del alma, lejanía y aversión de Dios; como consecuencia/castigo del pecado de Adán. Si bien al sustanti vo pecado se le añadía el adjetivo «original», que lo cargaba de pecu liaridad, oscuridad, misteriosidad. Además, creían saber todo esto con absoluta, dogmática seguridad, como palabra de Dios. Sólo a partir de la segunda mitad del siglo xx, han comenzado a conmo verse los cimientos de tan grandioso, granítico edificio doctrinal. Elevado, dicen los críticos, sobre movediza arena. En seguida volve mos sobre el tema. 24 Agustín y los pelagianos comparten una deficiencia fundamental: descono cen la teología del «natural/sobrenatural» en sí y en sus relaciones mutuas. Al menos tal como se ha cultivado por los teólogos católicos a partir del siglo xiii . Con su teo ría del PO, Agustín mutila la ‘naturaleza’ a fin de que aparezca bien necesitada de la Gracia. Los pelagianos pensaban que una naturaleza no viciada no tenía necesidad, al menos absoluta, de la Gracia. Ambos explican mal la índole y raíz primera de la impotencia soteriológica del hombre y la correlativa necesidad absoluta de la Gra cia. Pensaban, equivocadamente, que toda la cuestión se resolvía en torno a la afir mación o negación del PO. Volveremos sobre el tema en el cap. X, sobre todo.
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