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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 41 este contexto no tendría mucho sentido la pregunta que viene ocu­ pándonos últimamente, ¿cuál es la situación teologal del ser humano al entrar en la existencia? Sería casi un apriorismo, puesto que no hay tal «situación teologal», sino una «pre-teologal». Situación que al teólogo serio sólo marginalmente, en caso extremo, casi sólo por curiosidad profesional, debería interesarle. La propuesta de A. Vanneste deberá desilusionar a los conserva­ dores de la doctrina tradicional sobre el PO en el recién nacido. Duran­ te siglos acarrearon material para elevar un grandioso monumento doctrinal al PO. Una cuestión que, por su propia naturaleza, era fron­ teriza entre la ciencia teológica seria y la vagorosidad de lo mítico, fue transformada en dogma básico sobre el que hacían girar toda la actual historia y economía de la salvación. Ya antes hice alusión a la desme­ sura, intelectiva y volitiva, de semejante solemnización. Cuando, más adelante, con toda seriedad teológica , expongo mi convicción de que todo hombre nace en Gracia original, tendré a la vista la opinión de estos autores, a fin de no buscar para mi pro­ puesta ninguna solemnidad inmerecida. Pero, ya desde ahora advier­ to que, si bien una correcta teología católica no debe aplicar la cate­ goría (en este caso, acusación) de «pecado» a un recién nacido, sin embargo, la categoría de agraciado/justo sí que puede aplicarse a un niño, incluso a un «nasciturus». Debemos evitar cualquier fatal para­ lelismo entre «pecado» y «gracia»: un recién llegado a la existencia es capaz de gracia; pero es del todo incapaz de pecado. En la actual teología existe unanimidad para afirmar que no se da, ni en el indi­ viduo ni en la comunidad humana, una situación teologal de pura y mera naturaleza. No hay una situación religiosa real del hombre que se pueda decir neutra respecto a la gracia y al pecado. Respecto al niño, no veo motivo específico para hablar de él como sólo virtualmente pecador o virtualmente justo. Todo hombre viador, sin distinción de niño o de adulto, es o bien formalmente pecador o bien formalmente justo. Aunque, dada la imperfección e inseguridad del viador, podría decirse que todo justo es virtualmente pecador y todo pecador es virtualmente justo. Es el sentido acepta­ ble, católico del famoso dicho (de origen luterano), simul iustus et peccator = todo hombre es simultáneamente justo y pecador. El niño y el adulto sin distinción de fondo. Más adelante tenemos que expli­ car nuestra opción por la Gracia original, real y propia, del recién

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