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352 ALEJANDRO DE VILLALMONTE 10. A pesar del progreso ilimitado al que parece que el hom­ bre actual se encuentra abierto, la teología católica debe proclamar­ le la incapacidad soteriológica radical en que encuentra con la misma intensidad con que proclama a Cristo como único Salvador. El recurso y profundización en la teología del Sobrenatural hacen innecesario, insuficiente el recurso a la clásica doctrina del PO. 11. Desde siglos, y hasta hoy mismo en ciertos ambientes, la teoría del PO ha servido como recurso argumentativo para la ‘teodi­ cea’: la justificación de Dios por la existencia de tan enorme miseria como abruma a la humanidad histórica. Probablemente, cualquier intento de teodicea podría ser tachado de empresa imposible. Pero la que se busca mediante la teología del PO agrava el problema de forma inaguantable para creyentes y no creyentes. Me parece que el concepto cristiano de Dios es incompatible con la doctrina clásica del pecado original. 12. En esta misma línea, cabe mencionar el hecho de que la predicación y la teología cristiana están firmes en decir que la muer­ te y los demás sufrimientos físicos y morales de los que está tupida la existencia humana son castigo de Dios por el pecado de Adán, patriarca de la tribu humana, perpetrado en los inicios de la histo­ ria. Castigo que prolonga su presencia y peso hasta el final de la misma. Difícil en extremo conciliar tales afirmaciones con la digni­ dad y bondad de nuestro Creador y con la dignidad y nobleza del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. 13. La hamartiología y, en general, la antropología teológica católica puede/debe prescindir cómodamente de la teología del PO, excepto en los momentos en que haya de relatar su propia historia. Sin embargo, Adán/Eva, con su inocencia originaria, con su caída y su añoranza por retornar al paraíso, pertenecen al acerbo de nues­ tra cultura occidental de modo, al parecer, insuperable. Pero siem­ pre que se hable de ellos en el lenguaje del mito, de la parábola, del simbolismo, como paradigmas del destino, la vocación, la trage­ dia y la gracia de cada hombre y de la humanidad entera. 14. El lector atento y crítico habrá comprobado que hemos eli­ minado el «misterio del pecado original» cofrio consecuencia de una detenida reflexión sobre el «misterio de Cristo», realizada, no a nivel de superficie y de multiplicación de cuestiones colaterales, sino bus­ cando una mayor profundización en la universalidad y sobreabun-

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