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350 ALEJANDRO DE VILLALMONTE segunda mitad del siglo xx, no existe en la teología católica una ‘opi­ nión común’ = communis opinio, en referencia al PO. Contamos con un corto grupo de conservadores, un amplio grupo de reformuladores profundos y un nutrido grupo de negadores implícitos o explícitos de la doctrina tradicional. Si, durante siglos, hubo un consenso claro en este punto de la dogmática, de la moral y de la pastoral cristiana, al llegar el siglo xxi, aquel consenso ha quedado ostensiblemente roto. 3. Los textos del Tridentino sobre el PO deben ser aceptados por todos como ‘norma’ de cualquier estudio serio sobre el proble­ ma. Pero no deberán ser aducidos como ‘horma’ para ahogar el desarrollo de cualesquiera investigación y avance en la teología cató­ lica. La intención docente primordial y la fuerza preceptiva del texto conciliar se dirige hacia la salvaguarda de la necesidad universal y absoluta de la redención de Cristo: ¡no desvirtuar la Cruz de Cristo! Finalidad que se consigue más cumplidamente afirmando en el nas- citurus la presencia de la Gracia de Cristo que no la presencia en él de El Pecado bajo la forma de PO. 4. En mi opinión, y por lo que conozco de la literatura teológi­ ca al respecto, apenas es posible defender hoy día la llamada ‘teolo­ gía de Adán’. Sería una falta de responsabilidad teológica. Ahora bien, eliminada la «teología de Adán», todo el imponente edificio de la teo­ ría del PO se viene al suelo. Porque, para la enseñanza clásica, el PO o es pecado «adánico» o no existe en absoluto. El PO es un pecado «originado» por un «originante» llamado Adán. Eliminado de la historia aquel «originante» ¿quién o cómo se origina en cada individuo huma­ no el pecado original «originado», el PO en sentido estricto? ¿O es que el PO no se «origina», sino que pertenece a la estructura creatural, natural del hombre, tal como éste sale de las manos de Dios? 5. Dentro de la antropología y, en concreto, de la hamartiolo- gía cristiana, la doctrina del PO debe quedar como un ‘proprium’, algo exclusivo de la dogmática protestante. Si bien ellos rehuyen hablar de un pecado hereditario/originado = Erbsünde y hablen constantemente del pecado radical = Ursünde/Wesensünde. La hamar- tiología/la dogmática católica no tiene motivo ninguno plausible para seguir hablando del pecado original. 6. Desde san Agustín hasta hoy mismo, la teoría del PO se cree necesaria para salvaguardar la necesidad y universalidad absoluta de la Gracia de Cristo: ¡No desvirtuar la Cruz de Cristo! Pero la sobre-

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