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346 ALEJANDRO DE VILLALMONTE incómodo, injustificable, perjudicial. J. Delumeau termina su ya cita­ da obra Le p é c h é et la p eu r con estas palabras: «Podría preguntarse si el rechazo de esta pastoral tan rígida no ha sido una de las cau­ sas de la ‘descristianización’ de Occidente» (p. 627). Con mayor moti­ vo y hasta seguridad podría afirmarse esto de la doctrina del PO. De ella es hija la mentada pastoral del miedo. El PO, junto el diablo y el infierno, son los compadres de la amplia y densa cultura y reli­ giosidad del miedo que Delumeau ha descrito en sus obras. Por mi parte, en páginas anteriores he expuesto y creo que documentado, las estridencias y oscuridades que la teoría del PO ha provocado en nuestra dogmática y en nuestra moral. Nuestro concepto cristiano de Dios, de la acción salvadora de Cristo, del hombre ha sido des­ favorable y, en casos, peligrosamente afectados por la teoría del PO. En el terreno de la moral, han sido negativamente influidos los con­ ceptos de pecado, libertad, vida pasional del hombre. Parece razonable aceptar que la negatividad —el error que no sea fanático— posee una secreta, pero real fuerza que impulsa hacia delante, en forma dialéctica, la historia, la cultura en sus diversos campos y niveles. La repulsa de la doctrina del PO, realizada sin estridencias, en forma razonada y positiva, no producirá traumatis­ mo mentales ni espirituales. Por el contrario, ofrecerá a la teología una fuerza impulsora para el progreso, para la profundización en el campo de la dogmática, de la moral, de la pastoral, de la espirituali­ dad, al modo explicado. En una obra anterior hicimos un estudio histórico crítico de situación en que se encontraba la doctrina del PO durante el perío­ do 1950-1975. Y concluíamos: «Dado qu e la creen cia en el p e c a d o o rig in a l’ es c a d a d ía m ás insostenible den tro d e la teología católi­ ca, p a r e c e necesario ir p en san d o en la estructuración d e un ‘ Cris­ tian ism o sin p e c a d o o r ig in a l’». Aquel viejo deseo nuestro me he esforzado en cumplirlo mediante este escrito que ahora finaliza. Cierto, sólo en forma incoada, en rasgos generales. Lo indicaba en la primera página del mismo. El sobrio optimismo de entonces y de ahora sobre la viabilidad de la empresa lo expresaba y expreso con estas palabras: «Sinceramente pensamos que, tal como nosotros vemos y expo­ nemos actualmente el problema y su solución, el dejar de lado la antigua enseñanza, no afectará en nada importante ni a la ortodoxia

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