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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 345 enferma, corrompida. No es verdad, y es innoble por parte de un teólogo católico, proclamarlo. Máxime con la tenacidad y solemni­ dad con que se ha hecho. Pero no debemos olvidar que su natura­ leza está en absoluta incapacidad para lograr la última perfección de que es susceptible, según el proyecto de Dios sobre ella: darle participación en la vida íntima del propio Dios. Quien conozca la teología católica del Sobrenatural seguirá con aprobación nuestro razonamiento. El Sobrenatural, definido en sen­ tido positivo es la vida íntima de Dios. Desde su vertiente negativa, el Sobrenatural es aquello que excede en forma absoluta al ser y el obrar de cualquier ser creado y ‘creable’, añadían los neoescolásti- cos218. La tensión dialéctica radical y el inmerecimiento absoluto del hombre respecto al Bien infinito no se establece, primero y origina­ riamente, entre el Dios «Santo» y el hombre ‘pecador’. Se establece entre el finito y el Infinito. El ser finito, aunque se le dotase de toda la perfección «natural» que el teólogo católico atribuye, por ejemplo, a la Virgen María, siempre será, de suyo, absolutamente indigno, incapacitado, de entrar en el círculo de su vida divina por la fuerza de su naturaleza, per naturae vigorem, que decía el Arausicano. En lenguaje coloquial diríamos que se le agradecen a la teoría del PO los servicios prestados a la teología de la Gracia y al Cristia­ nismo occidental en general, pero ya no necesitamos de aquellos sus «buenos servicios». Más aún, atendidas las circunstancias actua­ les, su presencia dentro de nuestro sistema de creencias nos resulta 218 La excedencia absoluta del Sobrenatural (la vida íntima de Dios trino) y la correlativa indigencia soteriológica del hombre la expresaban los neoescolásticos mediante estos vigorosos adverbios: el Sobrenatural excede a lo natural constitutive, consecutive, exigitive, meritorie: no pertenece a la naturaleza esencial del hombre, ni es propiedad esencial, ni se le exige para el desarrollo de sus energías físicas o espirituales, ni es objeto de cualquier tipo de merecimiento. Ver, por ej., I. F. S agúes , De Deo cerante et elevante, en Sacrae Theologiae Summa, Madrid, BAC, 1955, vol. II, nn. 681-684. Históricamente la teoría del PO tuvo la función primordial de justificar, con argumentación teológica, la sobreexcelencia de la Gracia y la sobrein- digencia del hombre respecto a ella. Lo hizo sobre la base de una visión hamartio- lógica de ambas realidades dogmáticas. Dejando en su justo tamaño pasados mere­ cimientos históricos, es cierto que la actual teología del Sobrenatural hace innecesaria y superflua la teología del PO. Y como esta creencia, desde otros frentes, está some­ tida a nuevas, insalvables dificultades, no me parece osada la decisión que hemos adoptado para su total abandono.

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