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342 ALEJANDRO DE VILLALMONTE rismo y del tradicionalismo hacían de los racionalistas. Por cierto, en una época de lamentable decadencia de la teología católica. F) Para refutar el emergente socialismo político-social, también se juzgó por muchos adecuado el recordar las limitaciones impues­ tas al espíritu humano, todo él malherido por el PO. G) Al liberalismo —señalado en su día como síntesis de todas las herejías— se le recuerda su trasfondo pelagiano y su desconoci­ miento de la miseria humana provocada por el PO. H) Los pujos prometeicos del so cia lism o r a d ic a l m arxista deben recibir un correctivo saludable recordando la doctrina cristia­ na sobre el PO, que habla de la incapacidad del hombre para lograr la salvación/liberación cumplida por sus propias energías, las que le son connaturales (L. Kolakowski). I) El evolu cion ism o , respecto al origen del hombre, de suyo se movía en el plano del saber empírico, pero venía respaldado en las altas esferas del pensar por una concepción evolutiva, dinámica, procesual de toda la realidad. Fue combatido, sometido a dura críti­ ca, durante más de un siglo entero, principalmente porque se opo­ nía a la teoría del PO, según opinaban los teólogos católicos y el Magisterio oficial. 5. PARA UNA VALORACIÓN CRÍTICA DE ESTA BENÉFICA INFLUENCIA Al conjunto de rasgos de la cultura europea occidental de los últimos siglos la denominamos «la modernidad». Pues bien, la doc­ trina del PO ha ejercido sobre la modernidad la función del mítico pez rémora. El cual, según la fábula, adherido a la popa de las frá­ giles naves que surcaban el Mare Nostrum, impedía/retrasaba su avance hacia el puerto de destino. Contemporáneamente a su fun­ ción de rémora, la doctrina del PO habría ejercido la función de muro de contención para el avance de «herejías» antropológicas en sus varias manifestaciones dentro de nuestra cultura occidental. Para justipreciar la beneficiosa influencia del PO en nuestro cristianismo occidental (y en nuestra cultura general), pongamos en el platillo de la balanza los méritos y deméritos, el haber y el deber de la doctrina del PO. Y reflexionemos sobre estos hechos:

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