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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 341 mentativo que le parecía indispensable para superar el maniqueís- mo y el pelagianismo. Cargado éste de optimismo humanista. B) En el siglo x i i i , surgió con cierta pujanza un humanismo extremo, el llamado averroísmo latino. Los agustinianos de la época recurrieron a la teoría del PO para advertir de las limitaciones de una razón herida por la caída originaria. Sin embargo, teólogos como santo Tomás, y sobre todo Duns Escoto, acuden a la teología del sobrenatural para demostrar la insuficiencia radical del hombre, para conocer el fin último de su vida y todo el orden a la salvación a la que Dios le destina. Conocen, sin duda, la doctrina del PO, pero la mencionan como algo subsidiario, y, en este caso, marginal. C) En el siglo xvi, el humanismo renacentista, a los ojos de muchos observadores, presentaba rasgos de un cripto-pelagianismo. Desde el protestantismo, se reaccionó extremando las exigencias de la doctrina agustiniana del PO. En este sentido el luteranismo, con su enseñanza sobre la corrupción radical de la natura humana, apa­ rece como antihumanismo radicalizado. Y, a nivel de la teología, todavía hoy mismo los protestantes opinan que los católicos no han superado de verdad el peligro pelagiano, porque han edulcorado en exceso la doctrina del PO y la han reducido a una especie de tigre de papel. D) Jansenio y Pascal creyeron indispensable vigorizar la doctri­ na agustiniana sobre el PO —con todas sus concomitancias doctrina­ les— como antídoto contra el larvado o no tan larvado semipelagia- nismo que ellos veían emerger de mano de los teólogos humanistas de la Contrarreforma católica. Éstos tuvieron el acierto de desarrollar «la teología del Sobrenatural» para poner de manifiesto la incapaci­ dad soteriológica del hombre. Si bien, como hemos indicado, no lle­ garon a deducir las últimas beneficiosas consecuencias que ella com­ porta en orden a dejar de lado la teología de Adán y toda la teología del PO, al modo como hemos propuesto. E) Ya hemos indicado que la Ilustración combatió la teoría del PO, como uno de sus máximos enemigos, en el plano doctri­ nal, del giro antropocéntrico que ella quería imponer al pensamiento y a toda la cultura en general. A la inversa, los católicos combatían este ‘racionalismo’ en todos sus frentes, acudiendo a la impotencia de una razón humana tarada por el PO. Este dogma estaba, de modo explícito o implícito, en la base de la refutación que el conservadu-

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