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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 339 que se la ha considerado, y se le considera todavía por muchos, imprescindible para la recta inteligencia y vivencia de esta verdad troncal de nuestro cristianismo: la necesidad universal, absoluta del Salvador Jesús. Y de su correlato, la absoluta impotencia soteriológi- ca del hombre. Ellos añadirían: para recta inteligencia de que el hombre es un ser caído y de por qué se le califica como caído. Por nuestra parte, ya hemos estudiado ampliamente el problema. Y hemos encontrado que el recurso a la doctrina del PO para salva guardar la eficacia de la Cruz de Cristo resulta innecesario y superfi cial. Si es que queremos poner en servicio lo mejor de la soteriolo- gía y caritología católica actual. El apelativo de ‘superficialidad’ aplicado a esa soteriología lo hemos razonado anteriormente. Ofre cemos todavía algún testimonio antiguo a favor de esta valoración. Conocemos el texto de Isaac de Nínive, quien a los que sostie nen que el Hijo de Dios se encarnó con motivo del pecado (origi nal y otros) les dicen que han leído superficialmente la Escritura. La misma acusación hace un autor medieval a los que exigían en María la previa contracción del PO, a fin de que pudiera ser beneficiada de la redención de Cristo: se quedan en el follaje de las palabras bíblicas, sin entrar en el meollo de la realidad. O bien, dice taxativo y firme en este pun to , en tienden superficialmente la Escritura (alude a Rm 5, 12-21) en forma «diminutiva»; vale decir, reductiva, empobrecedora 216. Atendiendo a la situación en que se encuentra en la actualidad la doctrina del PO, al menos entre los teólogos católicos, tanto Rat- zinger como Kasper no tienen inconveniente en reconocer que el llamar ‘pecado original’ a la situación pecadora de la humanidad entera desde su nacimiento, resulta hoy una fó rm u la poco afortu nada, confusa. Otros teólogos comparten también esta preocupa ción. La palabra alemana Erbsünde = pecado hereditario, original, ha sido eliminada de la teología protestante. Hablar de un pecado hereditario, original-originado por otro, es como hablar de un hie rro de madera. Una contradictio in adiecto (K. Barth). Dentro de la teología católica pienso que es inadmisible hablar de «pecado origi- 216 Henricus d e W erla , Tractatus de Inmaculata Conceptione B. Mariae Virgi- nis, New York, The Franciscan Institute, 1955, 57, 49, 91; E. de Werl es un teólogo franciscano inmaculista de comienzos del siglo xiv.
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