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338 ALEJANDRO DE VILLALMONTE si no se admite la doctrina del PO. Pero ésta, a su vez, sería inexpli­ cable si no se habla de la caída , la cual, por fin, nos lleva a estado de justicia original y a mantener la historicidad real del Adán gene- síaco. La concatenación esta bien hecha dentro de la teología tradi­ cional. Pero, empezando por lo realmente importante, según hemos reiterado, para salvaguardar y glorificar la la eficacia de la Cruz de Cristo, la teoría del PO no sólo no es indispensable, sino que, por el contrario, pone en peligro la universalidad de la misma. Las demás supuestas ventajas dejarán de serlo , en buena lógica. D) El teólogo/obispo W. Kasper reconoce que el lexema ‘peca­ do original’ es un concepto poco feliz y se presta a «malos entendi­ dos«. En todo caso, tiene la ventaja de que exculpa a Dios de la auto­ ría del mal en el mundo. Evita el pesimismo maniqueo y el idealismo en la concepción del hombre. Por eso, «la doctrina clásica del peca­ do original constituye una de la mayores aportaciones de la historia de la teología, no por su conceptualidad susceptible de interpretar­ se mal, pero sí por lo que con ello se quiere decir, y la considerará asimismo como una de las más importantes contribuciones del cris­ tianismo a la historia del espíritu»214. Lo que en el fondo quería decir la teoría clásica, interpreta Kasper, «es la necesidad absoluta de la Gracia de Cristo. Esta es la verdad primordial y absoluta que la teo­ ría clásica sobre el PO quería enfatizar. Si bien lo hace desde una vertiente negativa, desvelando la incapacidad soteriológica del hom­ bre. Provocada, precisamente, por el PO en el que todo ser huma­ no nace incurso». La doctrina del pecado original, por consiguiente, si la libramos de los esquemas mentales condicionados por el tiem­ po, sólo es el aspecto negativo y la formulación negativa de un con­ tenido/enunciado positivo. En este sentido, puede seguir compren­ diéndose todavía hoy. Este sentido es, incluso, algo irrenunciable, si no queremos cuestionar la misma verdad cristológica. Pero no es ninguna verdad nueva y complementaria, sino la forma negativa de confesar que Jesucristo es la salvación del mundo, confesar el núcleo central de nuestra fe»215. Con buen criterio teológico, Ratzinger y Kasper señalan la importancia primera y constante de la teoría del PO en el hecho de 214 W. K asper , Jesús, el Cristo, Salamanca, Sígueme, 1976, 25; 25-252. 215 I d ., Introducción a la fe, Salamanca, Sígueme, 1976, 124.

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