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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 303 ría del PO interpreta mal tanto en origen como la naturaleza de la angustia. Así le ocurre también con el fenómeno de la «concupiscen­ cia», según vimos, al llamarla hija del pecado y madre del pecado 182. 5. LA LARGA SOMBRA DEL PECADO ORIGINAL EN LA CRISTIANIDAD OCCIDENTAL El «pecado original», cuya presencia e influencia cultural esta­ mos comentando, conviene tenerlo a la vista en su contenido más englobante: a) en cuanto va acompañado de sus antecedentes y con­ comitantes consiguientes, varias veces recordados; b) en cuanto cami­ na por la historia inseparable de sus compañeros de viaje el demo­ nio y el infierno. No hay que cargar toda esta cultura del miedo sobre las espaldas del PO, pero no hay que aliviarle de la parte alícuota de responsabilidad que objetivamente le corresponde. La «cultura» de la que ahora se habla también ha de entenderse en un sentido englo­ bante: en cuanto hace referencia a diversos productos del espíritu humano en el campo de lo religioso y en el campo de la vida civil. «El cristianismo ha puesto el pecado en el centro de su teolo­ gía, lo que no sucedía en las religiones y filosofías de la antigüedad greco-romana»183. Esto es obvio, pero también es cierto que, según hoy día podemos decirlo, ninguna religión o filosofía ha concedido al pecado y, nominalmente, al PO, la centralidad que el cristianismo le concede. En páginas anteriores hemos señalado que la «mancha» 182 En esta dirección parece orienta sus sinuosas reflexiones S. K ierkegaard , El concepto de angustia. Una sencilla investigación psicológica orientada hacia el pro­ blema dogmático del pecado original, Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1940. Se supone que, por una parte, la angustia y el miedo existencial brota del pecado original, pero, al propio tiempo, la angustia lo reafirma como pecado permanente. Sólo la fe le hace descansar en Dios. Según la dogmática protestante actual, el hombre no se hace o deviene «culpable», vgr., por la caída de Adán: su propio existir es una existencia culpable: un «existenciarse» activamente dentro de sí, en egoísmo radical. En vez de «existenciarse» activamente hacia Dios. 183 D elumeau , Le peché, 211. El teólogo cristiano dirá que, si Pablo y otros pre­ dicadores, durante siglos, hablan al hombre con trazos tan duros, es para inculcarle la necesidad del Salvador y la impotencia en que se encuentra de salvarse. A nivel pastoral y predicatorio es verdad. Pero ya hemos visto que la necesidad que el hom­ bre tiene del Salvador arranca de raíces más hondas.

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