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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 297 miedo y angustia generalizada, por un sentimiento neurótico de cul pabilidad colectiva. Desde luego no en cada momento puntual de su historia. También se han vivido periodos de exultación renacen tista y barroca. Por otra parte, es obvio que semejantes congojas colectivas tienen como fuerzas provocantes y concomitantes, catás trofes de índole natural. Sobre todo las provenientes de la famosa tríada peste, hambre, guerra. Para nuestro tema interesa observar cómo estos dolorosos eventos naturales son rodeados de un halo de misteriosidad y religiosidad de signo negativo: se les presentaba como un castigo divino, bien merecido por una humanidad culpa ble, masa de pecado, manchada con el ‘viejo, ancestral pecado’: el PO, fuerza pecadora permanente = peccatum permanens en la historia de la humanidad y de cada individuo 178. Similar símbolo de «ciudad asediada»lo encontramos desarrollado y dramatizado con notable vigor literario y densidad filosófica en la pieza teatral de J. P. Sartre, Las moscas179. No carece de interés men tar aquí esta obra y su temática. En ella se logra una estimulante con junción entre los mitos helénicos sobre el pecado ancestral, el ‘viejo pecado’ de los inicios y el teolegúmeno del PO, de ascendencia cris tiana En el drama sartriano se eleva a categoría trascendente el senti miento agudo e infeccioso de culpabilidad colectiva. Como si se trata se de una especie de existencial trágico, que el hombre llevase en la masa de su sangre y de su existir. A lo largo de toda su historia y desde la profundidad de su estar, actuar y ser en el mundo. Observamos en el drama de Sartre estructuras objetivas funda mentales, recursos de expresión literaria asimilables, sin distorsio- 178 Conviene no olvidar esta faceta de la doctrina global del PO. Sobre todo cuando se habla de su influencia en la historia de esta creencia. Para los cristianos protestantes es claro que el PO es una realidad dinámica, intensamente operativa al identificarse con la concupiscencia, con el egoísmo radical. Para los católicos la fortísima, invencible concupiscencia es tema inseparable de su enseñanza sobre el PO. Y esta concupiscencia permanece en los bautizados. Los escolásticos definían el PO como «habitus operativus malus»: fuerza que impulsa constantemente hacia el pecado. Y santo Tomás afirma que el pecado original es, de algún modo, causa de todos los subsiguientes pecados, los contiene virtualmen te, De malo, q.4, a. 8,lm. Cf. I-II, qq. 77-79. 179 J. P. S artre , Las moscas (y otros escritos), Buenos Aires, Losada, 1948. Un comentario atinado filosófico a esta pieza lo ofrece D. C astillo , Las moscas (J. P. Sar tre). Clavesfilosóficas de interpretación, Salamanca, Amarú, 1992.
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