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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 293 tro mundo humano. Luzbel y sus seguidores se habrían rebelado contra Dios, según muchos, cuando Dios les propuso que adorasen a Cristo, Verbo humanado. Expulsado del cielo por su rebeldía, Luz­ bel buscaría desquite en su lucha contra Dios intentando apoderar­ se del género humano 174. Lo consigue, al entrar en nuestra historia por medio de Eva/Adán, por el acontecimiento del PO, originante- originado. El PO, considerado como fuente irrestañable del perma­ nente pecar humano, se torna el camino para la condenación eter­ na. En el infierno se consuma el Misterio de iniquidad. Allí Satanás logra su perfecto dominio, el que Dios le entrega y el PO llega a desvelar toda la grandiosa maldad de que es portador. Así, pues, el PO es el centro de convergencia del Misterio de la iniquidad: Sata­ nás adquiere poder en nuestra historia por el PO y el PO es la razón de que haya infierno que, según los clásicos defensores del PO, no tendría realidad si Adán no hubiera pecado. En este caso, sólo ha­ brían nacido los predestinados. 2. EL PODER DEL DEMONIO Y EL PECADO ORIGINAL Son dos figuras teológicas que marchan en simbiosis por la his­ toria de nuestro cristianismo, aunque sean distintas y puedan actuar y subsistir, por principio, la una sin la otra. Como hemos menciona­ do y es conocido, Satanás entró a obrar en nuestro mundo por el PO, en su vertiente de pecado adánico. Sigue actuando en la his­ toria por medio del PO, en cuanto éste es un «peccatum permanens», 174 El Corán recoge y escenifica la leyenda teológica, de origen cristiano, sobre el proceso de la rebeldía de Luzbel, Iblis en la terminología coránica: «Luego dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante Adán!”. Y todos se postraron, excepto Iblis». Por eso, Dios lo arrojó del cielo: Iblis se venga tentando y descarriando a Adán y Eva. El Corán, Sura 7, 11-24; 15, 31-42; Los cristianos podrían apoyarse en Apoc 12, 7, que describe la lucha de Miguel contra la Bestia, su expulsión del cielo y su ira con­ tra los habitantes de la tierra. Sab 2, 24 habla de que por la envidia del diablo entró la muerte/pecado en el mundo. También Milton describe y dramatiza esta leyenda cristiana. Satanás, «dominado por la envidia hacia el Hijo de Dios, honrado aquel día por su Padre y proclamado Mesías y ungido Rey; su orgullo no pudo soportar aquel espectáculo y se creyó degradado... Resolvió retirarse con todas sus legiones, y menospreciando el trono supremo, dejarlo desobedecido y sin adoración», El Paraíso perdido, lib. V.

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