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292 ALEJANDRO DE VILLALMONTE triunvirato siniestro haya sido el agente exclusivo de este miedo colectivo. Han colaborado factores psicológicos de varia índole, eco­ nómicos, políticos. Pero sí parece indudable que, al menos para la consideración del teólogo y, nominalmente, para la historia de la creencia en el PO, estos poderes son los más destacados. Y tam­ bién porque estas motivaciones teológicas (pseudoteológicas) han servido para recubrir de un dosel de trascendencia y misteriosidad los miedos que surgían de otras diversas fuentes simplemente huma­ nas, demasiado humanas, en casos. Los tres poderes (realidades o símbolos) del diablo, el PO y el infierno emergen y operan en la historia en buena sincronización y simbiosis a la hora de crear la atmósfera de miedo generalizado de que estamos hablando. Los tres configuran la realidad global de lo que llamamos el «Misterio de iniquidad»: el misterio del mal, el misterio del pecado. Como advertía san Agustín, la pregunta ‘de dónde el mal’ = unde malum se desdobla, en última y primera ins­ tancia, si preguntamos: a ) por qué padecemos el mal, y —sobre todo- b) por qué hacemos el mal; ya que, para un hombre religioso tan profundo como Agustín, el mal por excelencia es el que produ­ ce la libertad humana al pecar. A la pregunta de por qué hacemos el mal, responde el recurso secular a los poderes del demonio y del PO. La pregunta de por qué padecemos el mal se hace urgente ante ‘tanta miseria’ como nos aqueja. Pero llega hasta el paroxismo cuando se nos pone ante la perspectiva del infierno eterno del que habla la escatología cristiana. Estos tres grandes «miedos» tienen su centro de convergencia y están como «pivotados» en torno a la figura del PO. En una imagina­ ria secuencia cronológica de los hechos, la prioridad en este ‘miste­ rio de iniquidad’ se le concede al demonio, el rebelde Luzbel de la teología y de la mitología cristianas. Porque al diablo podríamos tranquilamente contemplarlo como un poder distante y distinto de nuestra historia terrenal, de no haber sido por el acontecimiento del PO. Satanás —metido en el cuerpo de la serpiente— comenzó a influir en la historia humana y llegó a ser el «Príncipe de este mundo». Quien habría logrado apoderarse del género humano mediante el pecado de Adán y Eva y sus consecuencias. Fuera de eso, creían saber que el «Misterio de iniquidad» había comenzado a desplegarse en las alturas del cielo, antes de su aparición de núes-

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