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290 ALEJANDRO DE VILLALMONTE ejemplo de similar contextura mental en la polémica antiliberal del catolicismo decimonónico. Al liberalismo lo calificaban los conser­ vadores de la época como una síntesis de todas las herejías anterio­ res. Algo similar a lo que se dijo sobre el modernismo a comienzos del siglo xx. Pues bien, también ahora, para quebrantar el orgullo prometeico de los liberales se recurre al dogma del PO. Recojo el testimonio de un escritor de acreditado alto nivel cultural, teológico y eclesial, el obispo R. Fernández y Valbuena: «Los liberales, como verdaderos pelagianos, no conocen el estado de tinieblas en que quedó por el pecado nuestro entendimiento, ni la flaqueza e incli­ nación al mal en que, por el mismo motivo, cayó nuestra voluntad; consideran como una facultad la posibilidad de elegir, y como ejer­ cicio de un derecho humano la elección del mismo mal»172. El texto está entretejido de ideas agustinianas. A base de ellas el liberalismo es calificado de «pelagianismo» verdadero. Obviamen­ te, si el liberalismo es un pelagianismo redivivo, nada más perti­ nente que retomar la teología/dogma del PO para refutarlo con efi­ cacia, como aconteció con el pelagianismo del siglo v. 172 R. Fernández y Valbuena, La herejía liberal, Toledo 1894, 55. Hace suyas estas palabras otro polemista católico, M. Polo y Peyrolón, El liberalismo por den­ tro, Valencia, 1895, 19. Se advierte con claridad la presencia de la idea agustiniana sobre la voluntad que, por el PO, habría perdido la posibilidad de indiferencia ante el bien y el mal. Pasando a ser ‘libertad esclava’ de El Pecado hasta que La Gracia no la libere.

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