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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 289 za»... Esta alusión al evento protológico del PO se completa con la mención de la esperanza escatológica de la felicidad eterna en el cielo. Lo cual imprime a la vida humana un hondo sentido de pere­ grinación y transitoriedad. El vivir en este valle de lágrimas no es el fin último de la vida humana. En otro texto insiste: «el catolicismo y el socialismo, digo, se encuentran ambos frente a frente del hecho doloroso de las desigualdades sociales. Pero el primero, partiendo del dogma revelado del pecado original, ve en eso una consecuen­ cia del estado decaído de la naturaleza humana; el otro, suponien­ do al hombre no caído, sino perfecto, ve en lo mismo tan sólo una consecuencia de cierta mala organización de la sociedad»... «Según el Catolicismo, Dios es el único dueño absoluto de todas cosas, y los bienes de este mundo andan distribuidos entre los hombres según la medida en que Él ha dispuesto distribuirlos a cada uno. Nadie tiene, de Dios abajo, derecho propio a nada. No puede, por consiguiente, envanecerse el rico, ni quejarse el pobre»... De nuevo se recuerda la fugacidad de la vida y la felicidad eterna... «Al cato­ licismo, para equilibrar lo que en la sociedad humana aparece dese­ quilibrado bástale predicar al rico mucha moderación y mucha cari­ dad; al pobre mucha resignación y mucha paciencia»»... El catolicis­ mo impone este deber «en nombre de Dios, que es señor de ricos y pobres, y dueño de los harapos de éste como de los tesoros de aquél»»171. La táctica de utilizar el dogma del PO como arma defensiva y ofensiva contra los excesos del racionalismo socialista, encontró un 171 Propaganda católica, Barcelona 1894, t. II, 94-95. La existencia de ricos y pobres es un mal necesario, como la enfermedad y muerte, por efecto del pecado original, 104.105.96, 282-284. El historiador M. R evuelta G onzález comenta este texto de Sardá y Salvany, muy influyente en su tiempo: «Pocos textos existen tan tajantes para comprender desde estos presupuestos, la actitud práctica de los católicos de aquella hora para resolver el problema social. Su idea es que el pauperismo y las desigualdades sociales son un mal inevitable. Intentar un cambio estructural de la sociedad les parece una utopía, un inconformismo tan vano como irreligioso, pues se empeña en traspasar los límites insalvables de la naturaleza pecadora. Recha­ zado así, por principio, todo intento de reforma estructural como opuesto al orden establecido y al sacrosanto derecho de propiedad, la acción social queda encerrada en el marco estrechísimo de la iniciativa individual, que sólo puede ser estimulada por motivos religiosos». Historia de España , dirigida por Menéndez Pidal, Madrid, Espasa-Calpe, 1989, vol. 35, 321.

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