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288 ALEJANDRO DE VILLALMONTE El socialismo europeo del siglo xix comenzó a combatir las desi gualdades sociales en nombre de un humanismo que, en última ins tancia, reconocemos hoy como de base y abolengo cristiano. Pero los controversistas católicos no se privaron de exhibir al inevitable y omnipresente PO como motivo para oponerse al atrevimiento «pseu- do redentor» de los movimientos socialistas. Recogemos un enfático y solemne testimonio de F. S ardá y Salvany, destacado apologista católico en España: Dentro del texto subrayamos algunas frases sig nificativas: «... el socialismo sostiene que la desigualdad social entre los hombres, este repugnante y odioso desnivel que hace que unos naden en la opulencia y otros están abatidos en la última miseria, nace de la mala organización de la sociedad. Por eso dicen: cam biemos el orden existente, arrasemos lo que sobre las bases anti guas se ha venido construyendo, y construyamos sobre otras bases el edificio social ... el catolicismo ve la desigualdad de clases, deplo ra las aflicciones de la pobreza; pero, repararlo, no lo atribuye a imperfección o mala organización de la sociedad, sino a imperfec ción de los hombres que componen la sociedad. El catolicismo ense ña que el hombre fue creado por Dios en estado dichoso, del cual cayó por una primera desobediencia. Desde entonces, lo que hubie ra sido para todos un paraíso terrestre ha venido a convertirse en un valle de lágrimas; los que hubiéramos debido ser sin trabajo algu no señores de todo somos ahora esclavos de mil necesidades, y hemos de redimirnos en lo posible de la esclavitud con nuestros esfuerzos, con nuestros sudores. Desde entonces, la tierra no nos brinda espontáneamente sus frutos, sino que hemos de arrancárse los a viva fuerza con nuestro ingenio o con nuestro trabajo. Y, como el ingenio y el trabajo no pueden ser iguales entre los hombres... Resumen: el socialismo atribuye la desigualdad de fortunas a una mala organización de la sociedad. El catolicismo atribuye la desi gualdad de fortunas a la desigualdad de los hombres d eg en erados d e su p rim er estado p o r el p e c a d o orig in al El primero encuentra su origen en las leyes; el segundo lo encuentra en la misma naturale- celona, Herder, 1992, III, 519. Recordemos el caso de la anestesia, citado en p. 242. «La crítica de la religión es, por tanto, en embrión, la crítica del valle de lágrimas que la religión rodea de un halo de santidad*. La religión es —se ha utilizado— como opio del pueblo. Pero también es «la protesta contra la miseria real... el suspiro de la criatura oprimida». K. M arx , Contribución a la crítica de la historia del derecho de Hegel (1844).
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