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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 287 para justificar el inmovilismo y conservadurismo de ideas y de prác ticas, los controversistas católicos acudieron a refrescar sus convic ciones sobre el PO y afirmaciones concomitantes. La sociedad cristiana-occidental vivió durante siglos, impregna da de la convicción de que el hombre vive en un destierro, en un valle de lágrimas y miseria por efecto del PO. Un castigo divino era el ejercicio de la autoridad política, por sus poderes dominativos, coercitivos. Si la autoridad lleva espada es por efecto del pecado. La propiedad privada es efecto de la «libido dominandi» desatada por el PO, lo mismo que el trabajo fatigoso es castigo divino por haber desobedecido en el jardín del Edén. En este contexto cultural y reli gioso, resultaba normal que el hombre cristiano, al menos los más piadosos e influyentes, se creyeran obligados a aguantar estas mise rias con plena resignación, en vez de tratar de superarlas con esfuer zo tenaz e inteligente. Semejante esfuerzo de superación podría ser interpretado como un secreto o no tan secreto impulso de rebeldía contra el gobierno de la Providencia; lo que ahora llamaríamos afán prometeico, titanismo. No cabría sino una aceptación devocional de los hechos: soportar los sufrimientos como expiación por el peca do. Los jansenistas decían que «el hombre debe hacer toda la vida penitencia por el pecado original», DS 1308. Afirmación extremosa y reprobada, pero que delata un ambiente general. Hemos citado al respecto casos realmente paradigmáticos. A mediados del siglo xix (1853) teólogos ingleses protestaban por que se le aplicase clorofor mo a la reina para aliviar los dolores del parto. Era una vulneración de la disposición divina: «parirás hijos con dolor», Gn 3, 16. A princi pios del siglo pasado se iba haciendo corriente la vacuna contra la viruela, de indudable eficacia. El papa León XII se creyó en la obli gación apremiante de hacer esta advertencia pastoral: «Quien pro cede a esta vacuna deja de ser hijo de Dios... la viruela es un juicio de Dios... la vacunación es un desafío dirigido al cielo». Conocida es la imputación marxista a las iglesias cristianas: pretenden justificar o paliar al menos el hecho de la opresión de los ricos sobre los pobres, las hirientes desigualdades sociales, con el recurso de que son un castigo divino por el PO, castigo al que hay que resignarse 170. 170 U. R an k e-H ein em an n , Iglesia católica y sexualidad. Eunucos por el reino de los cielos, Madrid, Trotta, 1994, 269; E. V ila n o v a , Historia de la teología cristiana, Bar-
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