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284 ALEJANDRO DE VILLALMONTE en la coetánea cultura secular. Las reflexiones que ocasionalmente hubieron de hacerse vienen enmarcadas dentro de estas dos noti­ cias que ellos encontraban en su lectura de Gn 2-3: en un primer momento, Yahvé puso al hombre en el jardín del Edén para que lo cultivase: tarea deleitosa, más incluso de la que hoy podemos expe­ rimentar cultivando las flores de un pequeño jardín. Una tarea simi­ lar del todo a lo que los clásicos greco-romanos llamaban la otiosa dignitas, otium cum dignitate = noble y digna ociosidad. Pero, ocu­ rrido el pecado primero, el hombre/Adán es arrojado a la tierra seca, que sólo le ofrece espinas y abrojos, y que ha de cultivar con el sudor de su frente, Gn 3, 17-19. Para el hombre caído, el trabajo se torna castigo divino por haberse rebelado contra Dios. También la tierra se revela contra el hombre y le niega sus frutos. Julián de Eclana pregunta irónicamen­ te a san Agustín si pensaba él que las zarzamoras y secos peñasca­ les del norte de África eran resultado del PO. Esta interpretación negativa del origen y necesidad del trabajo fatigoso y estéril en tantas ocasiones, la enseñaban los teólogos cristianos de centurias pasadas en paralelismo con los mitos que los antiguos contaban sobre la edad de oro de la humanidad, sobre la situación idílica/edénica en que habrían vivido los padres de la tribu. En el discurso que sobre aquella «dichosa edad y siglos di­ chosos» hizo Don Quijote a los cabreros, también está excluido el trabajo fatigoso y avaro. Los idealistas platónicos y sus parientes doctrinales pensaban que el trabajo físico, corporal era degradante para el noble espíritu humano, de origen celestial, emparentado con los dioses inmortales y ociosos. Ya que le obligaba a consu­ mar e intensificar su inmersión y encarcelamiento en la materia, a ser «esclavos»* de ella. En dirección del tiempo, la idea venía de muy lejos. Un texto sumerio dice que los dioses se reservaron para sí la inmortalidad y a los hombres le cargaron con la espuerta. Y en dirección del espacio, esta mentalidad refleja una situación económico-social en la que señores/dioses viven del trabajo de los esclavos y parias conquistados. Algunos mitos paganos dicen expre-samente que el trabajo de los mortales estaba ordenado para alimentar a los dioses. Como lo estaban los alimentos que se ofre­ cían en los templos, y los frutos de su trabajo que los esclavos y proletarios ofrecían a los señores.

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