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278 ALEJANDRO DE VILLALMONTE (connatural) en el sentido derivado. Vale decir, como consecuencia de la situación histórico-existencial creada por el PO. Pero, aunque en otros momentos importantes de su teología (y filosofía) sea un agustiniano muy cumplido y consciente, en este punto se aleja de su fuente. La aparición de la autoridad política en la historia hu­ mana no es un castigo de Dios por el PO, uno de tantos, sino una consecuencia connatural de la nueva situación creada por el evento del PO, que trajo la pérdida de los dones llamados preternaturales. En este tema de la caída Escoto se atiene al principio de origen oriental —mediante el Areopagita— , Naturalia m an en t integra: el hombre conserva íntegra su naturaleza. No ha sido «herido» por el PO ni en el cuerpo ni en el alma. Tan sólo ha sido ‘desvestido’ de los dones gratuitos que le protegía contra el desenfreno de la libido, la libido dom inand i, en el caso. Por tanto, el hombre, aun­ que le llamemos caído, conserva incorruptas sus posibilidades natu­ rales para darse a sí mismo leyes justas en orden político. Siempre que tales leyes sean acordadas mediante el consenso de los ciuda­ danos. De esta forma, queda desacralizado el orden político: este cobra su autonomía y validez, no necesita ser ejercido bajo la tutela de la autoridad religiosa encargada de sanar las heridas que el orden natural lleva inherentes a su ejercicio l64. Gu illermo d e O ckham (f 1349) tuvo y buscó oportunidad de reflexionar, con el criticismo que le caracteriza, sobre el origen, natu­ raleza y límites de la ‘autoridad’ en lucha contra la idea de la plen i- tudo potestatis = plenitud de poderes divinos y humanos que los teólogos y juristas iban acumulando en torno al papado. Éste venía presentado por muchos como una especie de Im p erator sagra- 164 Escoto, como era inevitable en la época, mantiene sobre el PO la común doctrina, de origen agustiniano, si bien la someta a reformulaciones más hondas de lo que él mismo pudo pensar. Por ejemplo, siguiendo a los teólogos orientales dice que, incluso tras el pecado de Adán, «la naturaleza permanece íntegra», no viciada por el PO. Supera en este punto el agustinismo bonaventuriano, como lo había hecho santo Tomás, bajo influencia aristotélica. Sobre Duns Escoto ver textos y comentario en G . S traten w erth , Die Naturrechtslehre des Johannes Duns Scotus, Gottingen 1951, espec. 73-114. También A. M archesi , L ’autorità politica e la lege naturale nel pensiero di G. Duns Scoto e in S. Tommasso d Aquino, en De Doctrina di G. Duns Scoti, Romae 1968, II, 671-682; M . d e G andillac , Loi naturel et fondements de l ’ordre social selon les principes du bienhereux Duns Scot, ibid., 683-734.

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