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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 277 ca). Las cuales se fundan sobre lo mejor del espíritu humano: el amor, la amistad, el respeto. La autoridad política no tendría lugar en aquel estado, porque tal autoridad implica dominio de unos hom­ bres sobre otros, desigualdad entre superiores y súbditos, limitación de la libertad individual impuesta desde fuera, posibilidad de ejer­ cer acciones coercitivas, punitivas. Estas limitaciones de la libertad individual no pueden ocurrir sino como castigo divino por la rebel­ día del hombre primero contra su Hacedor. Dios concedió al hom­ bre paradisíaco el dominio sobre los animales y sobre la tierra, pero no sobre los otros hombres. La autoridad familiar no implica domi­ nio, sino servicio y obediencia de amor unos a otros. Pero el PO ha sembrado la rebeldía y la discordia en las relaciones humanas. Con­ forme delata un apotegma de San Agustín que ve al hombre «tan sociable por naturaleza, tan insociable por el pecado»l63. Podemos dejar en su propio tamaño y ambigüedad esta expli­ cación en parte idealista y en parte pesimista sobre el origen de la autoridad política en historia humana. Lo que ahora interesa es ano­ tar el hecho de que la teoría del PO haya sido utilizada como base argumentativa para esclarecer el origen, sentido y funciones de la autoridad política. Por otra parte, tanto el idealismo como el pesi­ mismo que acompañan a la mentada teoría agustiniana-bonaventu- riana, han sido propuestos por otros estudiosos desde otros puntos de vista ajenos a la teoría del PO. El beato J. Duns Escoto (1265-1308), calificado como hombre muy crítico, riguroso y sutil (Doctor subtilis) también recurre al evento de la caída originaria para explicar algunos aspectos de su enseñanza sobre la autoridad política. Esta, a diferencia de la autori­ dad familiar (paterna, conyugal) no es de necesidad natural prima­ ria, consustancial, porque en tal caso debería haberse ejercido tam­ bién en el estado paradisíaco, afirmación que un teólogo no podría aceptar. La autoridad política está legitimada, es necesaria y «natural» 163 La enseñanza de san Buenaventura al respecto ha sido estudiada con detención por H. B o r a k , Principia doctrinae politicae apud S. Bonaventuram, en Lau 5 (1964) 301-320, 487-523; S tanislao da C am pa g n o la , L’etica economico sociale di S. Bonaventura , en DSe 25 (1978) 23-42. En otra parte hemos mostrado cómo esta enseñanza socio-política se enmarca dentro de la ‘teología de Adán’ y, por ende, dentro de todo el sistema doctrinal del PO, A. d e V illalm o n te , La teología de Adán en San Buenaventura, en W 33 (1975) 253-369, espec. 277-280.

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