PS_NyG_1999v046n001p0007_0353

CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 33 gía la universalidad propuesta por san Pablo por querer salvaguardar su teoría del PO. Porque, explicaban, existió una primera, originaria, paradisíaca, «adamocéntrica», supralapsaria economía de gracia en la cual el designio salvador del Padre abarcaba, sin limitaciones, a todo ser humano y era del todo efectivo. Pero, el grandioso pecado de Adán provocó la liquidación del proyecto primero*y ocasionó la puesta en marcha de otra economía de gracia: hamartiocéntrica, infralapsaria, restringida en su efectividad respecto a la posibilidad real de salvarse los hombres. Nominalmente el recién llegado a la existencia queda desatendido por la voluntad salvadora de Dios. Al menos en la forma personal y próxima que veremos en seguida. Todavía una matización sobre esta universalidad del designio salvador del Padre. No hay que entenderla como referida principal —y menos exclusivamente— al género humano como si fuese un inmenso colectivo, un universal indiferenciado y abstracto que englobase a los seres humanos en forma anónima, en masa, en tro­ pel. Dios no conoce por ideas ‘universales’, como sería la de huma­ nidad; elige y ama a cada hombre en su individualidad concretísi­ ma, en su singularidad personal. A cada uno de los suyos (que son todos los hombres) lo llama por su nombre; cf. Apoc 2, 17; 3, 5; Jn 10, 3; Sal 146, 4. Lo llama por su nombre del no-ser al ser, y del ser creatural al ser-en-Cristo. Distributivamente, contados uno a uno cada hombre es beneficiario de la voluntad salvadora de Dios y porque tiene en Cristo un único destino de salvación, por eso forma ante el Padre una sola familia, un solo pueblo. Es pura fabulación mítica pensar en el Adán paradisíaco como centro unificador del género humano, ni para la gracia ni para la desgracia. Se estaba glorificando a un imaginario Adán, pero se oscurecía la gloria de Cristo, Mediador único de toda gracia. La teología católica actual enriquece su concepto de la volun­ tad salvadora de Dios diciendo que es una voluntad seria, sincera, creadora, operativa, eficiente. Cualidades que no son fruto de omni­ potente infantil deseo de cariño paterno y celeste, sino que se fun­ dan sobre la firme realidad histórica del amor de Cristo, que se entrega y resucita por todos.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz