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272 ALEJANDRO DE VILLALMONTE en ulterior ampliación del tema. Lo que interesa es adver­ tir la relación que continuamente se establece entre la doctrina del PO y estas presuntas limitaciones y hasta co­ rrupciones respecto al posible acercamiento a Dios del hombre ‘natural’. También otros pensadores y filosofantes han negado la posi­ bilidad de todo acercamiento del hombre natural a Dios. Pero lo hacen desde otras perspectivas sistemáticas y gnoseológicas en que para nada entra la referencia al PO. En esta dirección, mar­ chan las filosofías de tipo positivista y cerradamente empirista. Si bien los clásicos defensores del PO podrían decir que ese afán desmesurado por el empirismo, la tendencia hacia los sabe­ res inferiores y mundanales sería efecto de la curiositas = cu­ riosidad, de la libido sciendi, propia del hombre caído. Quien sufría una excesiva inmersión en la materia como castigo divino por el PO. En este momento, no podemos omitir del todo la opinión de bayanos y jansenistas, sobre todo de estos últimos. Su extremosi- dad en hablar del PO, su estrechez de miras respecto a la universa­ lidad de la voluntad salvífica y su desvalorización de la ética y de la religiosidad natural, marchan en simbiosis con su extremoso modo de hablar sobre el PO. Las afirmaciones más divulgadas de Bayo y Jansenio son estas proposiciones condenadas por el Magis­ terio de la Iglesia: — Todas las obras de los infieles son pecado, las virtudes de los filósofos son vicios, DS 1925. — El libre albedrío, sin la ayuda de la gracia de Dios, no vale sino para pecar, DS 1927. — Es error pelagiano decir que el libre albedrío tiene fuerza para evitar pecado alguno, DS 1928. con idéntico motivo de fondo: el dogma luterano del PO, entendido como corrup­ ción radical/existencial de la natura humana. Una raíz viciada sólo puede dar frutos viciados. Claro es que, sin apelar al PO y sus estragos, una filosofía positivista podría lle­ gara negar las posibilidades de la ‘razón natural’ en los mencionados temas. Pero no recubrían sus afirmaciones con altas certidumbres teológicas, autenticadas, incluso, por la palabra de Dios, como hacen los defensores del PO.

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