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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 259 terrenal, sino en los inicios de la historia, en el pecado de Adán de que habla Gn 2-3. Con esta lectura de la Escritura descubre el verda­ dero origen y gravedad del hecho. La corrupción humana es un casti­ go de Dios por el PO. Esto lo ignoraron los paganos. Pero, sobre todo, ignoraron al médico, Cristo y a la medicina, la gracia de Cristo 148. La convicción de que todo el saber humano está malherido de raíz por efecto del PO se mantenía viva a lo largo de la Edad Media en hombres como Pedro Damiano o Bernardo de Claraval. Esta con­ vicción pasó a primer plano a finales del glorioso siglo x iii , frente a la entrada masiva del humanismo aristotélico averroísta. Recogemos el testimonio de un gran agustiniano, san Buenaventura. Éste, como ministro general de los franciscanos, manifestó una fuerte oposición a estas corrientes en sus Con ferencias sobre el Hexámeron, pronun­ ciadas en París el año 1272. En la Fraternidad Franciscana se reavi­ vaba la lucha que, tiempos atrás, había estado vigente en los recin­ tos monacales: la tensión entre la búsqueda de Dios = desiderium Dei y el deseo de saber = desiderium sciendi. El primero simboliza­ do y portado por san Bernardo, el segundo por Abelardo. El Doctor seráfico, gran teólogo escolástico y gran espiritual, no podía menos de oponerse a las pretensiones de los «artistas y filósofos», pero tam­ bién de algunos teólogos excesivamente condescendientes con ellos. No puede tolerar que se quiera legitimar una filosofía con preten­ siones de saber separado, autónomo e incluso superior a la teolo­ gía. Capaz de ofrecer, según decían, la perfecta sabiduría que des­ cubra el sentido último de la vida humana, lo que equivalía a hacer innecesaria la doctrina de Cristo. Delata los errores básicos de los filósofos acerca del ejemplarismo divino, sobre la creación en el tiempo, sobre la moral, sobre la inmortalidad del alma individual y destino último de la vida humana l49. 148 C icerón llama madrastra a la naturaleza porque da a luz al hombre carga­ do de miseria. No dice que tales males sean efecto de las costumbres depravadas, acusa a la naturaleza. Palpa la realidad, ignora la causa. No supo de dónde venía este yugo tan pesado que oprime a los hijos de Adán desde el día en que salen del vientre de su madre hasta el día de su sepultura en la tierra, madre de todos. Al desconocer los libros sagrados, no tenían conocimiento del pecado «original». Agus­ tín en Réplica a Jul., lib. IV, 12, 60; PL 44, 767. Como ignoraron la etiología de la enfermedad, ignoraban también el médico, Cristo liberador del PO. 149 Sobre los errores de los ‘filósofos’ (averroístas latinos) dice: «Se comenzó con la impugnación de la vida de Cristo en el campo de la moral, por obra de los

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