PS_NyG_1999v046n001p0007_0353

CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 31 a muy pocos. De lo contrario, es decir, si la elección fuese para la mayoría o para todos, ya no sería propiamente elección-selección- predilección, sino una especie de destino connatural, exigencia inse­ parable de todo hombre. Por otra parte, el cargante pesimismo de la época y de la cultura en que le tocó vivir, las cotidianas experiencias pastorales de una Cristiandad notablemente tibia, relajada pudieron enmarcar este pesimismo del obispo de Hipona. En todo caso, surge la pregunta —recurrente a lo largo de la tradición cristiana, ¿cómo salvaguardamos la bondad y justicia del Creador ante el hecho de la salvación de muy pocos? Querían que la elección/predilección divina de unos pocos no apareciese arbitraria, hiriente aceptación de perso­ nas, divino favoritismo, sino expresión de la omnímoda gratuidad y libertad de Dios en la concesión de sus dones. Para ello les pareció imprescindible explicar esta drástica restricción en el número de ele­ gidos, dentro de este esquema: El originario primer proyecto divino de comunicar su vida divi­ na al género humano no tenía límites, era absolutamente universal. El proyecto que estaba en el corazón del Padre antes de la creación del mundo (Ef 1, 1-15) quedó historificado, tomó cuerpo en la per­ sona del Adán paradisíaco cabeza física, moral, sobrenatural en quien toda su descendencia estaba agraciada y puesta en camino abierto y seguro de salvación. Pero Adán pecó, fue infiel a su misión: con, en y p or él todos pecaron. La entera raza humana quedó convertida en masa de pecado, en masa de perdición y condenación. Por tanto, lo que esta raza perdida y cada individuo humano merece es la con­ denación eterna, por justísimo juicio de Dios contra esa tropel de hombres corrompidos por ‘el viejo pecado’. Sin embargo, de esa «masa de perdidos» selecciona unos pocos para la vida eterna. Cuan­ do los pocos son elegidos, pura gracia divina es; cuando los muchos son dejados en su condición de vasos de ira, es justo castigo de Dios por razón del universal pecado que contrajeron en Adán 19. Con razón esta doctrina agustiniana se juzga hoy ruda e ina­ ceptable al pensar y al sentir cristiano. Sin embargo, estuvo en vigor —con atenuaciones más bien irrelevantes— a lo largo de siglos en 19 Me parece aceptable la explicación que al respecto propone W. Simonis, Heils­ notwendigkeit der Kirche und Erbsünde bei Augustinus. Ein Beitrag zur Erklärung zweier Frage der gegenwärtigen theologischen Diskussion, en ThG 43 (1968) 481-501.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz