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250 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Terminamos, pues, esta reflexión con la convicción de que la «gran miseria» que abruma a la humanidad, nominalmente la miseria de la muerte, no puede ser presentada como un castigo de Dios por el PO (originante y originado). En los albores del siglo xxi, el seguir manteniendo esta «etiología» o explicación sobre el origen de nues tra miseria carece de cualquier fundamento en la palabra de Dios. Y a nivel de comunicación del Mensaje, a nivel pastoral, es expo nerle a la irrisión de los increyentes y, sobre todo, de los creyentes. Quienes, según san Buenaventura, estamos obligados a pensar de Dios «altísima y piadosísimamente». Al lado de este motivo teológico y hasta teologal, ponemos una motivación de profundo humanis mo cristiano: no es aceptable que el hombre, noble imagen de Dios , sea castigado con tanta miseria sin culpa personal ninguna. En este momento, cada hombre cristiano evocaría las palabras del poeta: «apurar cielos pretendo/ya que me tratáis asíVqué delito cometíV con tra vosotros naciendo... dejando a una parte cielos/ el delito de nacer/ ¿que más os pude ofender/ para castigarme así?» (Calderón de la Barca). O bien se le vendrá a la mente la citada frase de Julián de Eclana, quien el llegar a este momento de la teoría del PO, la califica ba de auténtica barbaridad = probata barbaries , monstruoso invento = prodigiale commentum. Digamos, con sencillez, que tal explicación de la miseria humana —nominalmente de la muerte— como castigo por el PO es del todo inadmisible, deshonra al Dios castigador y al hombre castigado. «Ninguna religión, dice Pascal, excepto la nuestra, ha enseñado que el hombre nace en pecado; ninguna secta de filósofos lo ha dicho; ninguna, por lo tanto, ha dicho la verdad»143. Esta afirma- 143 Pensamientos, 421. Según la ed. Obras, Madrid, Alfaguara, 1981, 462. La importancia primera de la doctrina del PO en Pascal aparece evidente: «Cosa asombro sa, sin embargo, que el misterio más alejado de nuestro conocimiento, que es la trans misión del pecado, sea una cosa sin la cual no podemos tener ningún conocimiento de nosotros mismos. Porque, es indudable que no hay nada que choque más a nuestra razón, que el decir que el pecado del primer hombre haya hecho culpables a aquellos que, por encontrarse tan alejados de esta fuente, parecen incapaces de participar de ella... el nudo de nuestra condición forma sus repliegues y sus revueltas en este abis mo. De suerte que el hombre es más inconcebible sin el hombre». Pensamientos, 131, pp. 385 s. Pascal siente un fino placer intelectual en aplicar al tema del PO el viejo dicho tertulianeo: credo quia absurdum. Él y otros teólogos se muestran fascinados por el «misterio del PO». Misterio que ellos mismos han creado y alimentan.
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