PS_NyG_1999v046n001p0007_0353

CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 249 — que el grande, inconmensurable pecado cometido por la humanidad no habría tenido lugar en el jardín del Edén. Tuvo lugar, simbólicamente, en el Calvario; — que el máximo pecado, arquetipo de todo pecado, no se cometió ni es calificable como desobediencia directa, vertical, dirigi­ da hacia Dios, sino dirigida hacia el Altísimo, sin duda, pero median­ te la muerte dada al Hombre Jesús, Imagen de Dios y Primogénito de los hijos de Dios. — El tradicional PO (originante y originado) se cometió, según explicaban, y se perpetúa a impulsos de la concupiscencia, por mediación de la mujer Eva, símbolo de la sensualidad y hasta de la sexualidad y bajo el impulso de la libido sexual de Adán, el varón. Este pecado emblemático, el asesinato de Jesús, el Hermano mayor de la humanidad (y su antitipo, el asesinato de Caín) se comete a impulso de la irascible, de los instintos de agresividad desborda­ dos. Pero ya se ve que no es posible afirmar que los impulsos a la violencia desbordada que sufrimos e inferimos los humanos se transmita por un proceso de generación biológica, homologable a la generación que transmitiría el PO. Nunca pensó en ello la anti­ gua teología. En la Escritura, en varias ocasiones, la violencia fraticida y, espe­ cialmente, la crucifixión de Jesús se atribuye a la envidia: Caín mató a su hermano por envidia, 1 Jn 3, 12; Gn 4, 5. Por envidia los her­ manos entregaron a José, Gn 37, 8. Por envidia los judíos entregaron a Jesús, Mt 27, 18; Me 15, 10. Por envidia del diábolo entró el peca­ do en el mundo, Sab 2, 24. Y es frecuente decir que Adán/Eva pe­ caron porque ‘envidiaban’ la inmortalidad de Dios. La envidia parece que, según los analistas, va unida indisolublemente a la violencia. Tema este cuya importancia en la historia de la religión y de la cul­ tura en general ha sido puesta de relieve por los estudios de R. Gi- rard y sus comentaristas. Con ello, el tema de la irascible, como fuer­ za impulsora de la historia humana, también lograría un lugar de preferencia en la historia pecadora de la humanidad. En cuyo caso, el viejo Adán debería compartir su «privilegio» de ser el introductor de El Pecado en el mundo, con Caín, con Lamec, con Judas Iscariote y otros grandes violentos que en el mundo han sido. Por lo demás, la mitología y el folclore cristiano hablan del Adán paradisíaco como de un hombre débil, descuidado y haragán, pero no violento.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz