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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 245 El poder mortífero de El Pecado (y del pecar personal) se acla­ ra desde su contrario: pensando en el poder vivificador que El Espí­ ritu ejerce en el que muere en Cristo. Para ese, la muerte corporal se torna signo, símbolo, sacramento de la Vida que lleva dentro. Se torna en conmorir con Cristo, el cual muere para pasar de este mundo al Padre, para entrar en la resurrección plena, escatológica. Lo mismo le acontece al hombre que convive con Cristo y conmue­ re con él 14°. El Dios que nos dio la vida nos ha dado también la muerte. Pero no como castigo positivo, sobreañadido y sobrevenido por nuestros pecados, sino mediante las leyes naturales graba­ das por el Creador bueno en la estructura de cada organismo vivien­ te. Que, salvo milagro en contra, es, por necesidad física, perecede­ ro, caduco, corruptible, desintegrable, pasto de la muerte. Inmersos en la polémica del momento, los Padres del conci­ lio de Cartago y de Trento y los que siguieron su enseñanza no ejercieron ninguna tarea crítica sobre sus fuentes. Por otra parte, no debemos ser exigentes con ellos. Hasta bien entrada la moder­ nidad no surge en nuestra cultura occidental el pensamiento críti­ co. Ni respecto a la lectura de la Biblia ni respecto a cualquier otro texto o monumento cultural de siglos pasados. La verdadera fuente para afirmar que el primer hombre, el hombre del paraíso, poseía el privilegio de la inmortalidad y que en un segundo momento lo habría perdido por su culpa, hay que buscarla en la memoria y psicología profunda de la colectividad humana, crea­ dora de mitos. Existe en el ser humano un deseo, anhelo, «gana» de inmortali­ dad. Este deseo connatural, indestructible ha sido expresado en varios mitos que hablan de la edad de oro, del paraíso inicial de la tribu/humanidad. Dentro de la felicidad que les parecía connatural en los divinales, prestigiosos inicios, se atribuye a los hombres pri­ meros la inmunidad de la muerte, la inmortalidad. La narración mito­ lógico-simbólica del Gn 2 - 3 , en la medida en que tocaría el tema de 140 La importancia teológica de la muerte corporal la señalaba la teología neo- escolástica en el hecho de que, con la muerte, se acaba el tiempo/oportunidad de salvación, y el hombre se enfrenta al juicio de Dios. Idea, sin duda, válida e impor­ tante. Aunque, tal vez, no sea tan profunda como la señalada antes por nosotros.

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