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244 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Dios para con el género humano. Por otra parte, aceptemos la hipó­ tesis de que la inicial humanidad gozase de la inmortalidad corpo­ ral. El que Hjn organismo animal, viviendo en el planeta tierra, evite la disolución orgánica no podría lograrse sino recurriendo a un régi­ men de vida extraordinario, inimaginable para nosotros. Es decir, a una auténtica milagrería, que haría dudar en serio de la sabiduría y previsión del Creador y Gobernador del universo. Dado que la explicación ‘tradicional’ sobre el origen de la muerte y la que se ofrece en la actualidad, parecen irreconciliables, se hace inevitable el / retorno a las fuentes! Sabido es que la opi­ nión tradicional dice beber la noticia en Rm 5, 12... y por el pecado entró la muerte en el mundo. Examinemos este texto. Contra la propuesta ‘tradicional’ existe una dificultad básica, del todo insoluble: se apoya su afirmación de la que hemos venido lla­ mando la «teología de Adán». Y esta misma en una exégesis histori- cista, ontologizante de Gn 2-3 y de Rm 5, 12-21. Dentro de esta desacertada exégesis, se enmarca la exégesis, también desacertada, que durante siglos se ha realizado sobre el dicho paulino, «y por el pecado la muerte»... No cabe decir que Pablo, en esta frase, hable de la muerte teo­ logal/espiritual y no de la muerte biológica/corporal. Tiene ante la vista el fenómeno global de la muerte tal como la hemos de sopor­ tar los húmanosla dimensión teológica y también su dimensión bio­ lógica. Y, manteniendo ésta en su ser y poder, realiza sobre ella una transfiguración y transfinalización teológica. Mira la muerte corporal como evento teológico: desde Dios y hacia Dios. Algo que le acon­ tece al hombre ante Dios. Es decir, en cuanto la muerte afecta deci­ sivamente a las relaciones del hombre con Dios. Y así, desvela que el hombre, el que se ha entregado voluntariamente al poder de El Pecado, al ocurrirle la muerte corporal, se encuentra ante Dios en muerte eterna. Por eso, se dice que la muerte, en este texto pau­ lino, es presentada como signo, símbolo, sacramento de El Pecado (sacramentum peccati), ya que desvela su presencia en el que muere esclavo de él. Por tanto, así como cada uno, según Pablo, es pecador por su pecado personal (aunque El Pecado le incite a pecar), también entra en muerte espiritual y eterna por su pecado personal, no por fatalidad del destino. O por la fatalidad que le haya sido impuesta por mor del lejano pecado del lejano Adán.

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