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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 241 por los que los creyentes cristianos han infravalorado y hasta margi nado a la mujer podemos resumirlos en estos dos, unidos entre sí y convergentes en impulsar comportamientos desfavorables al sexo femenino. Obviamente, hablamos de motivaciones que tengan rela ción con la creencia en el PO. — Por Eva/la mujer entró el pecado en el mundo: el PO, con toda los parafernalia de males que nos angustian. Como en el mito de Pandora, el comportamiento de Eva desata sobre el género hu mano todos los males. — Sin atender a otros valores superiores, la mujer era conside rada, con excesiva frecuencia, como estímulo máximo y perenne de la libido, desenfrenada por el PO. Símbolo de la sensualidad y de la sexualidad que llevaron la ruina a la humanidad. En ambas afirmaciones aparecen claras dos cosas: la relación de las mismas con la creencia en el PO y la convicción de que el comportamiento y función de Eva es paradigmático para hablar de las demás hijas de la primera madre. La narración de Gn 2-3 destaca el papel de Eva como iniciado ra del pecado y ruina de la humanidad. Si se hubiese mantenido la intención simbólica originaria, no habría motivo para señalar aquí ninguna colateral tendencia hacia la misogenia y el antifeminismo. Al menos no en el sentido hodierno de la palabra. Pero ya la tradi ción bíblica tardía se abre a esa interpretación. «Por una mujer empezó la culpa y po r una mujer morimos todos», Eccl. 25, 33. El NT prosigue la individualización e historificación de la Eva paradi síaca. « Adán f u e fo rm ado primero que Eva (es más excelente) y Adán no f u e seducido, pero la mujer fu e seducida», 1 Tim 2, 13-14. El autor de la carta aprovecha el caso para asignar a la mujer un papel de inferioridad en la Comunidad cristiana. Leyendo la tradición teológica posterior, podría confeccionarse un grueso «florilegio» de textos en los que la desvaloración y margi- nación social y religiosa de la mujer es constante y constantemente apoyada en el hecho de haber sido ella la introductora del PO, según una lectura historicista del Gn 2-3. Si bien esta función sinies tra se veía compensada por el hecho de que era Adán (el varón) el más eficaz propagador del PO. Él transporta en su semilla la corrup ción que infecta a todo hombre que viene a este mundo. La ciencia de los antiguos asignaba a la mujer un papel secundario, pasivo en
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