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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 237 función generadora, siempre bajo el dominio hegemónico del espíri tu. En perfecta serenidad y desapasionamiento = apatheia, como ya proponía el humanismo estoico. Los escolásticos medievales, perfec cionando ideas agustinianas, no veían dificultad en que la actividad sexual de los esposos paradisíacos fuese gozosa y placentera. Mien tras aconteciese bajo el control perfecto, plácido, luminoso del espí ritu. Algunos pensaban que el hombre del paraíso, como disponía de un organismo más perfecto, también habría experimentado un goce sexual más cumplido. Siempre sin los excesos y ardores pasio nales, sin las servidumbres a que está sujeto el hombre caído. Al cual, el uso intenso de la sexualidad «le hace perder totalmente el uso de la razón» . La vergüenza acompaña inseparable el ejercicio de la sexualidad, incluso en los más honestos esposos. Es señal clara, inter pretaban, de que algo anormal, desordenado está ocurriendo allí137. Dentro de este ordenadísimo ejercicio de la sexualidad matri monial no nacerían más niños que los razonablemente queridos y ‘planificados’, como diríamos hoy. Porque Dios quería y mandaba que la especie humana se propagase, hasta llenar el número de los por él predestinados a la gloria. Y, según algunos imaginativos teó logos, hasta llenar los puestos dejados vacíos en el cielo por la rebel día de Luzbel. El actual exceso de nacimientos que abruma a las familias, se debería a la inmoderación y falta de dominio sobre una libido desenfrenada por efecto del PO. Sólo nacerían los elegidos por Dios para la gloria. Ahora nacen muchos más. También ré- probos: la inmensa mayor de los humanos, según opinión antigua. La existencia del infierno sería el efecto más fatídico producido por el PO (originante y originado) en la historia humana. 137 San Agustín es reiterativo y concede gran importancia al hecho de que los humanos sientan vergüenza al realizar el acto sexual, incluso los esposos más hones tos. Es señal de que la libido está des-ordenada por el PO. Al no poder controlar la voluntad, con dominio hegemónico y sereno la actividad sexual, hace que se sienta ésta como algo humillante y vergonzoso para el noble espíritu humano, la libido del hombre caído es siempre una libido de la que hay que avergonzarse = pudenda libido, De nupt et concup. II, 5, 14, 15. Que no existió en Adán, ib., II, 14, 28, 31.53, 32.54; Rep. Jul. IV, 11, 57. El mismo delata el origen estoico de tales ideas y se apro vecha de ellas, ib., IV, 12, 58-61. Hace suyo un dicho de Cicerón, «lo que es bueno en un carnero, no es bueno en Publio Escipión», n. 60. Cf. C. Jul, op. imp. IV, 38-44, 128. También en san B uenaventura , II Sent., d. 30, a.l, q. 2, resp.; Opera, ed. Qua- racchi II, 719.
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