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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 235 La fuente de información para hablar del tema, la explícitamen te reconocida como tal por los autores católicos es, sin duda, la Biblia. En forma privilegiada la narración de Gn 2 - 3 . Fuente en extremo sobria e insuficiente, si miramos el caudal de noticias que ellos extrajeron de su lectura. Pero, como es usual e inevitable, desde el subconsciente individual y colectivo operaban otros pre supuestos, pre-juicios, críticamente incontrolados. Sobre todo en aquella época en que la crítica de conocimiento no había surgido en nuestra cultura. Al menos no en el sentido en que surge y crece a lo largo de la modernidad. En los primeros siglos, hubo grupos de cristianos que, según testimonios, excluían de la pareja paradisíaca cualquier actividad sexual. Tal era la opinión de los encratitas, grupo muy activo e influyente. Gregorio de Nisa, gran teólogo de inteli gencia preclara (f 394 ) a impulsos de su idealismo platónico y de su misticismo cristiano, no admitía actividad sexual en los habitan tes del paraíso. La propagación del género humano habría de hacer se por otros procesos donde la sexualidad no tuviera parte. No in dica cuales, el buen santo. La división de sexo que aparece en Gn 2 - 3 , aunque realizada por Dios, la tiene él por un inicio del pro ceso de la caída. Semejantes ideas mantiene otro preclaro teólogo de los comienzos de la Edad Media, Juan Escoto Eriúgena, muy influido por el Niseno 136. La verdad es que estos doctores no pre sentan estas afirmaciones como ‘palabra de Dios’. Las ofrecían sólo como reflexiones personales, tomando como pretexto ciertas frases 136 Gregorio de N isa opinaba que, en la primera, originaria creación de Adán no estaba éste dotado de sexualidad. Por efecto connatural del pecado y, al pere cer, no por castigo de Dios, se ve sujeto a la propagación de la especie humana «more brutorum»: a estilo de los animales. Como teoría suya propone que, de no haber caído, la especie ‘hombre’ se propagaría de modo misterioso, como los ánge les, De hom inis opificio, caps. X V I-XV III, pp 44, 177-189. Para enmarcar esta idea dentro la teología de Adán, puede verse, J. V ives S olé , El pecado original en san Gregorio de Nisa, en el Pecado original. X X IX Semana Española de Teología, Madrid, CSIC, 1970, 161-191. El Niseno desconoce el pecado original agustiniano. También Juan E s co to E riúgena (siglo ix) afirma, taxativo, que, si el primer hom bre no hubiese pecado, no habría división de sexos. Es una pena impuesta a su pre varicación, De Div. Naturae, lib. II, C 6; mG 122, 532-533. Cf. ib., In Jon. Coment., col. 310-311. Cf. col. 75. Ambos teólogos se apoyan en que los resucitados no tendrán vida sexual. Y como la resurrección será reparación/consumación de la creación, tampoco en esta creación originaria habría sexualidad. Al fondo está el mito de retorno de las existencias.
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