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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 231 lidad como tal, sino que estaría en el núcleo existencial-sustancial del espíritu: en el corazón retorcido sobre sí mismo = cor recurvum, en el egoísmo radical, constituyente del hombre «natural». Bayo y Janse- nio volvieron a la rígida concepción agustiniana. Sin duda, que en ello, podían creerse excelentes discípulos de san Agustín, aunque menos ortodoxos que sus oponentes. San Agustín y los que hablan de la concupiscencia/libido con motivo del PO, usan a veces la palabra «libido» en sentido amplio, para significar cualquier movimiento de la sensibilidad contra el dic­ tado del espíritu. Pero, luego, se centran en la más popular y llamati­ va de las acepciones: la rebelión de la sexualidad contra el dominio del espíritu 133. En este sentido la usamos aquí, ya que corresponde mejor al uso que actualmente hacen de la palabra libido diversas cien­ cias del hombre. La enseñanza agustiniana, la que, matizada y templada, se hizo tradicional al lado de la teología del PO, podemos resumirla en esta fórmula: la concupiscencia/libido/sexualidad tal como ahora la ex­ perimentamos, está herida, viciada, corrompida por el pecado, y desde su corrupción incita al pecado. Es hija del p ecado (del de Adán) y es madre del pecado (del personal de cada hombre) 134. Esta propuesta, la teología actual puede y debe calificarla como falsa en cada una de sus partes. — No tiene sentido hablar de una sexualidad tal como ahora la sentimos, en contraposición/distinción de otra forma de sexuali­ dad que la humanidad habría tenido entonces, en la historia de sal- 133 Hay muchas «libidos», dice Agustín: libido de venganza, de poseer, de dominar, de honores. Pero cuando se dice ‘libido’ sin añadido, «a todos se les viene a la mente la libido que reside en las partes obscenas del cuerpo». «La que reside en los genitales es la que usualmente llamamos libido», De Civ. Dei XIV, 15-16; PL 41, 424. La palabra clave para entender lo que pasó al pecar Adán es la de rebeldía: rebeldía del espíritu humano (mente) contra Dios, de lo inferior del hombre contra el espíritu. Así, «por justo juicio de Dios, sucedió que le fuesen desobedientes (al espíritu) sus propios inferiores y, sobre todo, las partes en que se verifica la unión de los sexos, los miembros que sirven a la generación», S an B uenaventura , Brevilo- quium, III, C. 4, ed. Quaracchi, V, 223 134 Se apoya en textos agustinianos la afirmación de que la libido proviene del pecado y produce el pecado, De nupt. et concup. I, 32, 25; PL 44, 428; Contra duas epist pelag. I, 13, 26; PL 44, 563. Recoge sus palabras el Tridentino, DS 1515.

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