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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 227 gunos círculos 129. No me demoro en el tema, porque será inevita­ ble volver sobre él más adelante. La teología católica del siglo xxi no creo falte en nada a la pie­ dad para con Dios, como temía san Buenaventura, si afirma que, por principio y universalmente, los sufrimientos de la vida son con­ naturales, «normales» dentro de un proyecto de creación/salvación puesto en marcha por la bondad de Dios. Lo que hoy juzgamos con­ trario a la piedad cristiana, al respeto debido al Padre celestial, sería el afirmar que los sufrimientos cotidianos de la vida son castigo d e Dios p o r el PO. Además de lo desacertado de esta afirmación a nivel doctrinal, tal convicción ha tenido funestas consecuencias para la vida concreta de los creyentes cristianos: la de crear, en tantos casos y durante siglos, una actitud de pasividad, ante los sufrimientos. Incluso en forma explícita o implícita se tachaba de ‘impiedad’ el luchar contra el sufrimiento, pues sería como rebelarse contra las disposiciones de la Providencia. La frase de K. Marx que tanto ha disgustado a los cristianos: la religión ha sido el opio del pueblo, no se puede decir que no haya sido verdad practicada, vivida en demasiados momentos de nuestra historia cristiana. Que los pecados de los hombres —nunca el pecado de un imaginado Adán— hayan traído innumerables males que ellos padecen, es seguro. Ya decía Homero que la ira fatal de Aquiles, «causa fue de innumerables males» para los aqueos. Pero, sentar la proposición universal de que los sufrimientos de la humanidad his­ tórica tienen su origen en el PO, es exponer a la religión cristiana a la irrisión de nuestros contemporáneos. Quien más pierde en esta explicación del dolor humano es Dios, quien habría impuesto a los humanos tan inmenso, interminable castigo por el pecado de UNO: un rudimentario «homo sapiens» que, a mayores, nadie puede garantizar que haya existido. Irónicamente preguntaba Julián de 129 Para santo Tomás, ver De malo, q. 5,a. 4-5; Summa 1-2, Q. 85, 1-6. En fecha reciente, la importancia primera de esta argumentación ha sido subrayada por M. Fuck - Z. A lszeghy , Antropología teológica, Salamanca, Sígueme 1970, 217-314. Recoge la experiencia agustiniana del ser humano dividido en sí mismo. Experiencia actualiza­ da por el existencialismo moderno que, desde Kierkegaard, está muy influenciado por la doctrina protestante sobre el PO. Con ello se cierra un círculo vicioso en torno a esta argumentación que busca explicar la miseria humana como efecto del PO.

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