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226 ALEJANDRO DE VILLALMONTE En la historia de la cultura humana: mitologías, religiones, filo­ sofías, teologías encontramos dos direcciones básicas a la hora de descifrar el enigma de «tanta miseria» como aflige a la raza humana: — Tal vez la primera en el tiempo y en el prestigio logrado sea la ofrecida por ciertos círculos culturales, con patente propensión y talante idealista que, a nivel del mito, de la reflexión religioso-sapien- cial, de la filosofía, de la teología, consideran al ser humano como un ser caído, desde la región celeste e incorruptible, en la zona de la tie­ rra dominada por los procesos de generación y corrupción. Otras veces, la inicial residencia beatífica y divinal se localiza en la madre tierra, en el lugar y hábitat paradisíaco, edénico. En cualquier caso, la situación de la actual humanidad está en doliente desarmonía con lo que parece exigir la dignidad del hombre, emparentado con los dioses o seres celestes. Situación estridente dentro de la armonía misma del universo. O bien sería incompatible con la bondad del Dios creador del hombre, en lenguaje de un creyente cristiano. — Otros círculos culturales, más realistas, más sobrios, con los pies, los ojos y la mente en el suelo, reconocida la dura suerte que abruma al género humano, todavía la califican de connatural, natu­ ral, normal dentro de su campo de ser y actuar. Se piensa que, quien haya logrado una reflexión objetiva, serenada, inmune de evasiones idealistas, atenta a las leyes inmanentes que rigen al ser humano inmerso en el devenir cósmico, en el movimiento de la historia, nunca tendrá motivos plausibles para una lectura de la existencia humana generalizadora y englobante que la clasifique universalmen­ te como caída (recuérdese el prototipo del «hombre caído», tan manoseado por la teología cristiana) corrupta, viciada. El hombre, como todo su entorno vital, es un ser en devenir. No un ser ‘acaba­ do y redondeado’, sino una tarea siempre sin cumplir. Lo lógico es que un ser tal, en marcha hacia la realización siempre mayor, esté sujeto a limitaciones dolorosas impuestas por su trato vital con las otras realidades que le permiten desarrollarse, pero también le limi­ tan dolorosamente La propuesta de los Santos Padres, sobre todo de Agustín, de explicar la mísera condición humana acudiendo al evento del PO, se mantuvo vigorosa en los años de la gran Escolástica. Ya conoce­ mos el testimonio de san Buenaventura. También está presente en santo Tomás y en otros. Modernamente, no ha perdido vigor en al-

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