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28 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Por otra parte, después de tantas discusiones, oscilaciones, expli­ caciones divergentes y encontradas sobre el PO, se ha llegado a un consenso en este punto: el problema del PO sólo desde el misterio de Cristo Salvador puede/debe ser propuesto y, en lo posible, esclareci­ do. Conservadores de la teoría clásica, reformuladores de la misma, negadores explícitos de dicha teoría, todos apoyan sus respectivas y encontradas opciones sobre las exigencias que conlleva la mejor con­ fesión y vivencia de un dogma nuclear de nuestra fe: la necesidad radical, absoluta que todo ser humano, en cualquier momento de su existencia, tiene del Salvador; si ha de ser grato a Dios y obtener la vida eterna. Desde esta visión decidida y expresamente cristocéntrica se nos podrá desvelar la auténtica dimensión teológica y antropológi­ ca del enojoso problema del PO. Terminado cualquier largo platicar se trata de ver si, desde el misterio de Cristo Salvador, es necesario y pertinente decir algo concreto sobre la situación teologal de cada hom­ bre al llegar a la existencia, ¿situación de pecado?, ¿situación de gra­ cia?, ¿o hay que desistir del empeño? 2. LLAMADA DEL HOMBRE A LA VIDA ETERNA EN CRISTO Según frase de G. Marcel, en referencia al hombre, más y antes de hablar de ‘naturaleza’ habría que hablar de vocación . En pers­ pectiva teológica rigurosa ha de ser así: la n atu raleza del hombre —siempre que sea preciso utilizar este concepto filosófico-teológi- co— viene determinada por la vocación : por el destino último para el que Dios le ha creado. La estructura ontologica del ser humano viene configurada según lo exige la finalidad a la que el Artífice divino le destina: participación en la vida íntima de la Trinidad. Por ser forma «beatificable» (= f o r m a b ea tifica b ilis), por eso Dios lo pone en la existencia como ser espiritual, capaz de vida inmortal, capaz de Dios por conocimiento y el amor; capaz de oír la llamada de Dios, de aceptarla o de rechazarla, creado a su imagen y seme­ janza 15. Todo lo que el hombre es, lo que hace y lo que le acon- 15 S an B uenaventura expresa esta idea hablando del alma humana como de «forma beatificable» (= forma beatificabilis): llamada a compartir la vida íntima de Dios trino. Para conseguir esta finalidad, el sabio artífice divino estructura al hom­ bre ‘obra de sus manos’, Sal. 8, 7; a su imagen y semejanza (capax Dei): le dota de

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