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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 225 mítico-simbólico, tiene garantía de perennidad. En cambio, las pom­ posas, recompuestas y arbitrarias elucubraciones de los teólogos cristianos sobre el «estado de santidad y justicia original» del Adán paradisíaco, han caído por tierra, ante el empuje convergente del progreso de las ciencias humanas, la exégesis científico-crítica y de la reflexión teológica, liberada de seculares prejuicios metodoló­ gicos y de la rutina académica. 2. LAS MISERIAS DE LA VIDA Y LA CAÍDA ORIGINAL Desde que el ‘homo sapiens’ ha ido tomando conciencia de su situación en el cosmos y en la historia, ha ido acumulando una vivaz, dolorida experiencia de la «miseria» en que vive inmerso. Miseria que siempre se ha calificado de excesiva, desproporcionada al comportamiento del hombre, aunque lo llamemos malo, tanto por la extensión y pluralidad de sus manifestaciones, como por la inten­ sidad de las mismas. Parece inevitable la impresión de que al miseria está incrustada en el ser mismo del hombre como algo congénito, insuperable, no meramente puntual, ocasional. En la medida en que la experiencia se hacía más vivaz y honda surge el impulso a buscar su origen/causa, razón de ser. Obviamente con la intención de lograr la liberación. La interminable pregunta: unde malum = de dónde el mal, se subordina siempre a la pregunta más decisiva: de dónde vendrá la liberación = unde salvatio128. 128 Nadie ha reflexionado sobre la relación entre el mal/miseria que existe en el mundo (especialmente la miseria de los niños) como el doctor del PO, san Agus­ tín. He expuesto con amplitud su pensamiento, señalando al propio tiempo lo incon­ sistente de su argumentación. A. d e V illalm o n te , El problema del mal y PO, cit. en nota; Id., La •miseria>humana y el PO, citado en nota 55. Dentro de la tradición agustiniana, en el siglo xin se pregunta san Buenaventura si la gran miseria que aflige a los hombres es en ellos connatural, inherente a su condición creatural, o se debe a castigo de Dios por el PO. Y responde: si se con­ templa la miseria humana desde la perspectiva en que lo hacen los filósofos, enton­ ces hay que decir que tal miseria es connatural a la condición terrenal el hombre y, en este sentido, normal. Pero desde la perspectiva de la teología —una ciencia que se elabora bajo el impulso de la piedad—, hay que decir que sería una impiedad el decir que Dios creó al hombre connaturalmente sujeto a tanta miseria. Ésta le ocu­ rre como castigo por el PO. II Sent. D. 30, art. l,Q .l, ed. Quaracchi II, 714-715.

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