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C a p ítu lo XIII LAS «PRESUNTAS» CONSECUENCIAS DEL PECADO ORIGINAL El tema que vamos a tratar en este capítulo, está en relación interna y tiene interferencias inevitables con el tema que acabamos de estudiar: la omnipresencia del PO en nuestro sistema de creencias y en nuestras costumbres cristianas, desde hace más de quince siglos. Es tema, por una parte, muy socorrido y, por otra, ampliamente supe­ rado en el catolicismo de nuestros días. O bien queda relegado al acerbo de mitos y noticias folclóricas, inofensivas mientras no se las quiera sacar de su nivel e imponerlas como verdades de alto rango dogmático. Hablamos de consecuencias «presuntas», porque —al menos para la teología del siglo xxi— no hay constancia que tales adversos hechos tengan conexión con el evento del PO. 1. EL PARAÍSO PERDIDO POR EL PECADO ORIGINAL Siguiendo el relato de Gn 2-3 puede decirse que la conse­ cuencia global, el ‘castigo’ universal que Dios impuso a los deso­ bedientes Adán/Eva sería la expulsión del jardín del Edén. Desde ese momento cambia la situación histórico-salvífica de los expul­ sados, pero también la circunstancia vital toda entera en la que va a desarrollarse la ulterior historia de la estirpe adánica. Queda trastornada a fondo su relación con Dios, con los otros hombres, con el cosmos y sus elementos. Con el agravante de que, se dice, Yahvé colocó a la entrada del jardín a unos querubines con espa­ da llameante, para que los expulsados no tengan la osadía de intentar el retorno a la felicidad perdida. El planeta tierra, a con­ secuencia del PO, se ha tornado un ‘hábitat’ inhóspito para la especie humana. Castigo añadido a las letales consecuencias de orden espiritual. Los fieles católicos reavivan su añoranza y ‘saudade’ del paraí­ so cuando cada día se dirigen a la Madre del Señor: «A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas». Fórmula muy gráfica para mantener viva

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