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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 217 Podemos considerar esta figura en cuanto aporta nuevas pers­ pectivas para el estudio del pecar humano en general. Sobre todo ésta: los antiguos teólogos, al menos los cultivadores de la teología dogmática, especulativa, estudiaban la libertad humana y el fenó­ meno del pecado a un nivel abstracto y esencialista, atentos al en-sí tanto de la libertad, como del pecado. Los modernos están interesa­ dos en la dimensión existencial, concreta, histórica, práctica de la libertad y del pecado. Atentos a los condicionamientos, a la circuns­ tancia vital y viva en que se ejerce la libertad y se comete el peca­ do. Y, a este nivel, descubren que la libertad de cada hombre es una libertad profundamente «sitiada» y condicionada por las mencio­ nadas fuerzas pecaminosas del pecado del mundo, pecado social, estructural, etc. Podemos estar de acuerdo, por principio, con esta consideración existencial e histórico-concreta de la libertad y del pecado humano. Lo discutible llega, en mi opinión, cuando se establece relación entre la figura del PO y la figura del pecado del mundo. Y ello como si el hablar del ‘pecado del mundo’ o bien hiciera innecesario seguir hablando del viejo PO, o bien sirviese de aclaración de lo que es más misterioso en el PO: que un ser humano sea constituido peca­ dor antes e independientemente del ejercicio de su libertad, en el primer instante de su ser. La figura del pecado del mundo no puede suplir las funciones que se le atribuían durante siglos al viejo PO. En esta teoría, la etiología del mal/ pecado en que nace inmerso cada hombre, se buscaba en el comportamiento del protoparente de la raza humana. En la nueva teoría del pecado del mundo, ¿es razonable, apoyándose en esta realidad, decir que el pecado del mundo provoca la situación del pecado en que hombre se dice hace cincuenta años se desarrolla en torno a la figura del PO. Ver A. d e V illalm o nte , El p ec a d o original. Veinticinco añ os d e controversia, espec. pp. 353-426; 535-550; A. M u ñ er a D u q u e publicó un libro bajo el título significativo para nuestro tema: El p e c a d o p erso n a l desd e el p e c a d o original, Bogotá 1983. Los autores estudiados y el propio autor que los estudia pretenden —en última instancia— la denomina­ ción de ‘analógico’ aplicada al PO. Vano empeño, en mi opinión, a tenor de lo expli­ cado. La hamartiología católica no puede calificar de «pecado» a la situación teologal del nasciturus, si no es a costa de proyectar oscuridad sobre su propio concepto de ‘pecado’ y de ‘libertad’, tanto en sí mismos, como en sus mutuas implicaciones. San Agustín es ejemplo paradigmático de esta afirmación.

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