PS_NyG_1999v046n001p0007_0353

214 ALEJANDRO DE VILLALMONTE nímico, traslaticio, metafórico. Metonimia (y algo similar vale de la metáfora) es un tropo que traslada el significado de un término desde su sentido propio a otro distinto, tomando el efecto por la causa, el signo por lo significado, o algún género de semejanza natural o con­ vencional. A un hombre robusto lo llamamos un roble. ¿Qué simili­ tud de situaciones pudo ver Agustín entre el que comete un pecado personal consciente y libremente y la situación teologal del recién llegado a la existencia? Pienso que ésta: en ambos casos tenemos un hombre, a) en radical impotencia para realizar acciones saludables para la vida; b) radicalmente necesitado de la gracia de Cristo. Aun­ que la etiología de tal situación es distinta en cada caso: en el adulto ha sido provocada por propia voluntad; en el naciente individuo se dice heredada desde el protoparente del género humano. La etiología que de la situación original pecadora propone el obispo de Hipona es del todo inadmisible para quien no admita en su integridad la teología de Adán. Hoy día no cuenta ésta con segui­ dores entre los teólogos. Pero en sí misma la situación de pecado no es necesario presuponerla en el recién nacido para proclamarlo, con todo rigor, necesitado de la Gracia y en radical impotencia para salvarse. En el capítulo X he tratado expresamente este tema. El razo­ namiento de Agustín pudo tener vigencia en el contexto de la polé­ mica antipelagiana y de la peculiar soteriología y caritología imper­ fecta que ambos manejaban, pero no puede aceptarse en otra perspectiva teológica que nosotros hemos juzgado y demostrado mejor. Para proclamar que todo hombre recibe la naturaleza/exis­ tencia radicalmente necesitada de la Gracia, en absoluta incapaci­ dad de hacer nada ‘saludable’ por sí mismo, no es, en modo algu­ no, necesario afirmar que reciba una naturaleza viciada, corrompida por el viejo pecado. Además de innecesario, tal razonamiento lo hemos calificado de superficial y poco crítico. En conclusión, calificar la situación teologal del recién nacido de «pecado» no admite analogía real e intrínseca de ningún género con el pecado personal. Pero tampoco es correcto calificarla de ‘pecado’ ni siquiera en sentido metonímico, traslaticio: sencillamen­ te, se trata de una designación equivocada y equivocadora. En su lugar, ya he propuesto la teoría de la «Gracia inicial» en que todo hombre es concebido dentro de la economía de salvación que en la Escritura se nos revela.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz