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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 203 En la Edad Media y en fechas posteriores, la idea del peca do/contagio se concretó en la fórmula del semen infectum = semen infecto e infectante que mancharía el alma del naciente ser humano en el primer instante de la vida, con la mancha del PO. Esta convic ción era tan firme y generalizada que ella constituyó uno de los magnos obstáculos para que avanzara la ‘piadosa creencia’ popular y luego teológica en la Inmaculada Concepción de la Madre del Señor. Porque, se decía, al entrar en la vida por generación natural (no virginal), María forzosamente hubo de contraer el PO, según la llamada ‘ley de todo nacido de varón’ = lex communiter concepto- rum. A los primeros inmaculistas medievales les costó mucho tiem po y esfuerzo mental demostrar la inanidad de esta dificultad y de la arbitraria y empecinada teoría que la sustentaba. Los actuales defensores del PO rechazan taxativamente la idea de un pecado hereditario (Erbsünde) y de un pecado contraído por contagio bio lógico. Si bien recurren a la idea de un contagio social-histórico-psi- cológico-cultural del pecado entre los humanos. Lo encontraremos más adelante. C) El pec a d o ‘ in vo lun ta rio ’, seg ú n san A gustín Pudiera parecer que hablar de un pecado ‘involuntario’ fuese hablar de un hierro de madera. Pero es indudable que Agustín, en su polémica con Julián de Eclana, para defender su tesis de que los niños nacen en pecado ‘original’, antes de que hayan ejercido acto ninguno por su personal libertad, llegó a la compleja afirmación de que los niños han incurrido en pecado real, pero ‘involuntario’, aunque no del todo involuntario. El pecado de los párvulos no deja de ser ‘voluntario’ en absoluto, puesto que sus voluntades estaban de algún modo misterioso, aunque real, en la voluntad de Adán. Pero no es voluntario respecto a la voluntad personal del niño. Sin volun tad personal, arguye Agustín, el niño (bautizado) es admitido a parti cipar de la gracia de la redención, por decisión de una voluntad ajena —la fe de la Iglesia, de los padres— y no por decisión de su propia libertad. Lo mismo aquí, al hablar del pecado de los niños: su pecado original lo incurren sin voluntad personal, pero sí por voluntad de Adán. Sólo en el pecado del Adán paradisíaco se cumple la exigencia de voluntariedad plena, esencial a todo pecado. Los demás hombres
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