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198 ALEJANDRO DE VILLALMONTE 2. EL CONCEPTO TEOLÓGICO DE PECADO Y EL PECADO ORIGINAL Una de las realidades (conceptos, fuerzas) con las que debe contar toda ética es la de «pecado». Incluso aunque no llegue a darle a la palabra la densidad que logra en la ética teológica. Dentro de la general «hamartiología teológica», al menos en los últimos tiempos, viene enmarcado el estudio específico del PO. No se suele poner a cuenta del PO todo lo pecaminoso que del cora­ zón humano brota, pero sí se afirma que el PO es raíz/manantial perenne de todo ulterior pecar humano, de los pecados en el senti­ do verdadero y más denso de la palabra: los pecados personales. Los escolásticos hablaban del PO como de un ‘habitus operativus malus’: una energía y poder que impulsa constantemente hacia el mal. Permanente energía maligna, en la medida en la que suscita y alimenta la concupiscencia radical inextinguible. A) C ó m o surge el pro blem a Partimos de un hecho de doble cara, muy perceptible en la histo­ ria del PO. Por una parte, el concepto de pecado, ya existente en la tradición teológica anterior, sirve de marco para recibir y califi­ car la nueva forma de «pecado» humano que es puesta en circulación. El recién nacido PO es recibido en el campo de una teología del todo preocupada por el pecado personal. Recibido en este campo, el PO influye notablemente en la índole y características con las que el peca­ do personal va a ser presentado en la posterior hamartiología cristiana. El concepto cristiano de «pecado» había sido elaborado por los teólogos orientales, ante todo, en polémica con el gnosticismo, el maniqueísmo, el paganismo. En cualquiera de estas corrientes filo- sófico-religiosas el comportamiento humano se consideraba deter­ minado a tergo por la fatalidad, la forzosidad, el necesarismo de Hado, de la Heimarmene. En sus formas populares por la influencia de los astros, por la magia, por las taras atávicas, ancestrales que, según los mitos, arrastra la especie humana en su caminar por la historia. Pero subrayamos el hecho de que el concepto cristiano de pecado, el sentido religioso del mismo, no era ni siquiera posible

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