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C ap ítu lo XII LA «MANCHA» DEL PECADO ORIGINAL EN EL CAMPO DE LA MORAL CRISTIANA Conocemos el andamiaje teórico/especulativo que en el Occi­ dente cristiano se ha levantado sobre y en torno a la figura del PO. Siguiendo el usual simbolismo de la m an cha decíamos que el PO ha manchado amplios y básicos sectores de nuestro sistema cristiano de creencias. Pasamos a comentar el hecho de que también nuestra ética, nuestro comportamiento cristiano, ha sido afectado por la larga y densa sombra del PO. A nivel individual y comunitario, a nivel doctrinal y a nivel del comportamiento práctico cotidiano. 1. EL TEMA A TRATAR EN ESTE CAPÍTULO Las reflexiones que vamos a ofrecer podrían proponerse, en gran parte, también bajo el epígrafe de «consecuencias del PO». De estas presuntas consecuencias hablaremos expresamente en el capí­ tulo siguiente. En ambos casos no necesitamos ser prolijos. Por varios motivos convergentes: son hechos conocidos no sólo por los teólogos, sino también por la masa de los creyentes. O bien se cono­ cerán lo suficiente por la exposición que vamos haciendo. Lo más importante será siempre fijarse en la influencia que la doctrina del PO ha ejercido en los diversos momentos considerados. Y, con­ siguientemente, la importancia que pueda tener el contemplar esas mismas realidades morales desde la perspectiva de una antropolo­ gía que no sabe nada de una m an ch a original, de un pecado de la naturaleza humana que la habría tornado congénitamente corrompi­ da, viciada, caída; sino que entra en la vida con la inocencia, la inte­ gridad original que le corresponde como obra recién salida de la mano de Dios y acogida a su voluntad salvífica. Descargada de cual­ quier fatalidad originaria, antecedente que haga al hombre pecador ‘necesario’. Menos aún grabada con un castigo divino incurrido por mor del viejo, ancestral pecado, cometido in illo tempore, por un rudimentario primer ejemplar del hom o sapiens, apellidado Adán.

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