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192 ALEJANDRO DE VILLALMONTE labilidad humana, su índole pecadoriza y el entorno de pecado en que va a vivir, existe peligro máximo de caer bajo la tiranía de El Pecado. La gracia bautismal ejerce en el niño su irrenunciable, pri­ maria función, esencial y necesaria de intensificar su incorporación a Cristo y también la función preventiva de cualquier tipo de peca­ do. Pero nunca la misión de limpiar/liberar de un ‘presunto’ PO que, ciertamente, no existe en el recién nacido. Sin entrar en agudas distinciones escolares/ escolásticas, es fácil aceptar que, a tenor de los criterios teológicos de que dispo­ nemos, ni siquiera en el bautismo de adultos la fórmula «para remisión de los pecados» tiene siempre y por necesidad el sentido hamartiológico de perdonar/liberar del pecado en que suele ser entendida. En efecto, los adultos que acceden al bautismo tras un cate- cumenado más o menos intenso, están ya justificados por los actos de fe, esperanza y amor y arrepentimiento de su vida pasada. Y, sin embargo, se les bautiza «para remisión de los pecados». De nuevo aquí, la palabra «pecado» y la remisión del mismo, no puede ser referida al pecado personal del bautizando. Se trata de expresar la necesidad y el hecho de que el bautizando pase de una caducada economía de salvación (o situación de perdi­ ción), a la nueva economía de Gracia que se otorga en Cristo. En caso de que el bautizado fuese un «piadoso» judío o un ‘piadoso’ musulmán, la presunción del estado de gracia en él se puede tor­ nar alta certeza moral. Finalmente, como se indicaba antes, aun­ que la gracia bautismal no tenga función perdonadora de un peca­ do personal u original inexistentes, siempre mantiene su función deificadora y, con relación a El Pecado dominador del mundo, la función de 'gracia preveniente. Más noble, según san Agustín y Duns Escoto, que la función liberadora del pecado incurrido. 7. LA ESCATOLOGÌA CRISTIANA Y LA CREENCIA EN EL PECADO ORIGINAL Con énfasis oratorio decía Donoso Cortés que el pecado del hom­ bre/Adán ha llenado la tierra de lágrimas y el infierno de llamas. Él, con todos sus contemporáneos, tenía nostalgia, añoranza y «saudade» del paraíso perdido. Porque, perdido el paraíso por el PO, la tierra se

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