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190 ALEJANDRO DE VILLALMONTE a los Romanos, no son ya eficaces para salvar ni a judíos ni a paga nos. Que entren en la nueva economía y dispensación de gracia ofre cida por Dios en Cristo. Comenzando a ser, por el bautismo, nueva criatura, hombre nuevo en y con Cristo. El teólogo actual tiene motivos suficientes para estar moralmen te seguro de que los «piadosos» israelitas o bien los «piadosos» paga nos, como el centurión Cornelio, se encontraban personalmente en gracia y amistad con Dios. Y, sin embargo, a estos hombres «justos» se les intima la necesidad de recibir el bautismo «para remisión de los pecados». Incluso bajo pena de condenación eterna, Me 15, 16. ¿Es que la invitación y la fórmula de bautizarlos para remisión de los pecados carecía de sentido referida a estos «justos»? En modo alguno. Aunque sean «justos y sin pecado», deberán bautizarse para entrar en el nuevo Camino de salvación propuesto por Dios ,que es Jesús de Nazaret y la Comunidad de bautizados que prosigue su Causa, y ejerce sus poderes salvíficos. La praxis de bautizar a los adultos y su ritual pasó, sin modifi caciones de base, a la práctica de bautizar niños. Respecto a éstos la intención, si tomamos las palabras en su significado más obvio, de quitarles o limpiarles de la mancha de algún pecado que lleva sen en el alma al nacer, parece difícil de cumplir. Ya sabemos que el NT desconoce del todo el hecho de que los recién nacidos tengan pecado alguno. Bautizar a los bebés «para remisión de los pecados» da la impresión de ser una fórmula crea da ad casum, para «salvar» el contenido significativo, también dicha sobre los niños, de unas palabras rituales en la praxis general del bautismo. Palabras que, en su uso originario, neotestamentario, en nada aluden al pecado de los niños. Ni, en última instancia, tampo co siempre y necesariamente, al pecado personal de los adultos bautizandos. No vamos a prolongar nuestro razonamiento. Unicamente dire mos: el argumento a favor del PO en los niños, basado en la prácti ca de bautizarlos «para remisión de los pecados», carece de valor probatorio. Incluso el que opine que los niños nacen sin PO puede plantearse la cuestión pastoral de sí es necesario o conveniente bau tizar a los bebés. Porque, seguros de que no tienen pecado original, se les puede/debe bautizar para incorporarles a la Comunidad de salvación que es la Iglesia. Y, mediante ella, a Cristo. Siendo honra-
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